domingo, 23 de marzo de 2014

Pontormo, dibujos. Fundación Mapfre (Madrid) desde el 11 de febrero hasta el 11 de mayo de 2014.


Jacopo Pontormo, Dos estudios de figura inclinada, preparatorios para San Juan Bautista en el desierto, Lápiz negro y sanguina sobre papel blanco, Gabinetto Disegni e Stampe degli Uffizi, Florencia.

Al iniciar una entrada sobre Jacopo Carucci Pontormo (1494 - Florencia 1557) es inevitable realizar una breve introducción sobre el Manierismo. Es un término que se ha aplicado a lo largo de los años para intentar aglutinar a los artistas y producciones con características propias y comunes inmersas en un período problemático de la historia del arte que no siempre ha sido comprendido de la misma forma.



En la Italia del siglo XVI el término manieroso podría traducirse como distinguido o delicado, aunque con connotaciones de decadencia (ammanierato) por lo que artistas como Miguel Ángel renegaban del mismo. Bellori utilizaba en el siglo XVII el término de manera despectiva, pero Vasari le atribuye un carácter de corriente artística en relación con la vida cortesana.



Jacopo Pontormo, Figura masculina desnuda, arrodillada, probable estudio para la figura de San Juan de una Piedad [r.], Sanguina sobre papel blanco, Gabinetto Disegni e Stampe degli Uffizi, Florencia.

En el siglo XVIII la palabra maniera se asocia a artistas notables, así se habla de la manera de Miguel Ángel o de la manera de Rafael. La intención era designar a los artistas que se preocupaban más del oficio y del artificio que de los valores intrínsecos de la obra. Pero citando a Arnold Hauser, sería más apropiado asociar el concepto a una corriente que no parte de la naturaleza, sino de un ideal: el artistas, con una sistemática "intrínsecamente intelectual", intenta plasmar su ideal a través del diseño, lo que lleva, tal como precisó en su momento el historiador Erwin Panofsky, a que su modo artístico sea "la expresión visible del concetto que se forma en el espíritu".

Pontormo conoce a la perfección la pintura clásica. Aprende de ella pero la abandona intencionadamente para buscar efectos más espectaculares y, por qué no decirlo, lúdicos y refinados. En el párrafo anterior decíamos que el manierismo es volver visible una idea procedente del artista en el más puro sentido creativo, no se trata de la imitación de la naturaleza, sino de la práctica artística mediante la idea imaginaria; por lo tanto, tampoco se trata de una imitación de los clásicos sino de una renovación de las formas.



Jacopo Pontormo, Joven con turbante, Sanguina sobre papel blanco ligeramente oscurecido, Gabinetto Disegni e Stampe degli Uffizi, Florencia.

Formado en el animado ambiente florentino de comienzos del siglo XVI, entró en su juventud en el taller  de Andrea del Sarto, participando de inmediato en la realización de encargos como los frescos de la Satissima Annunziata y en los claustros de Santa Maria Novella. Pontormo vivía en una ciudad donde todavía resonaban los ecos de la obra de Miguel Ángel, pero su afán innovador y sus ganas de experimentar le llevan a tomar otros referentes como los grabados de Durero. Poco a poco irá forjándose un nombre propio dentro del competitivo mercado artístico florentino y recibirá encargos de los Médicis, como la decoración de la Villa Poggio de Cainao.



Jacopo Pontormo, Descendimiento de la cruz, hacia 1525-1528, óleo sobre tabla, Capilla Capponi, Iglesia de Santa Felicita de Florencia. 

Alrededor de 1525 comienza uno de sus trabajos más famosos, y del que podemos ver unos cuantos bellos dibujos preparatorios en esta exposición: la Capilla Capponi de la iglesia de Santa Felicita de Florencia. Allí pintará el retablo con el Descendimiento de Cristo, una de la sobras más hermosas en las que vemos algunos de los rasgos que han hecho de Pontormo un referente de su tiempo tales como la deliberada eliminación de la composición de elementos de definición ambiental, el uso violento de la luz al incidir sobre las figuras creando colores innaturales y metálicos tan propios del Manierismo, o el alarde anatómico que despliega en las posturas inestables de las figuras; además, para la mencionada capilla realiza el fresco de la Anunciación en el muro lateral y tres de los cuatro tondos con evangelistas en la bóveda ( el cuarto es obra de su discípulo Bronzino). Por desgracia y fruto del asedio de las tropas imperiales sobre la capital de la Toscana, Pontormo ve interrumpido su proyecto en el año 1529.

La crisis personal que éste acontecimiento le produjo, acentúo algunos de los rasgos más conocidos de su personalidad, me refiero a su carácter introvertido, algo huraño y malhumorado. Lejos de terminar con su carrera, aprovechó la circunstancia para volcarse con un fervor creativo digno de mención en su siguiente gran proyecto profesional: el ornato del ábside de la basílica de San Lorenzo. Pontormo quería rivalizar con la obra de su admirado Miguel Ángel, pero el destino se cruzo en su camino, ya que pese a los hermosos dibujos que quedan de este magno proyecto, al poco tiempo de finalizar los frescos comenzaron a deteriorarse y hoy día no queda nada de aquella gran empresa.   

La exposición de la Fundación Mapfre nos permite bucear en lo más íntimo del proceso creativo de Pontormo. El dibujo, que en su momento no era considerado como una obra de arte en sí misma sino como un medio para experimentar y abocetar la obra definitiva, alcanza en Pontormo el carácter de obra final. Muchos de sus dibujos tienen un claro carácter pictórico por la perfección de los mismos, la cantidad de horas que se vislumbran detrás de su realización y el grado de perfección y detallismo alcanzado nos hablan de un artista cuya dedicación a su trabajo roza lo obsesivo.

La muestra ha seleccionado algunos de los dibujos más destacados que realizó para sus obras más significativas, la mayoría procedentes de los magníficos fondos de la florentina Galería de los Ufizzi. A parte de permitir apreciar una técnica artística, es una experiencia de inmersión en lo más profundo del artista como creador, una oportunidad para descubrir sus filias y sus fobias. 

Todo aquél que en algún momento haya sentido la inquietud por el dibujo o la pintura, empatizará con los trazos de Pontormo. Casi se puede recrear el momento en el que el artista se dispone a trazar las líneas sobre el papel para plasmar los diseños procedentes de su intelecto. Es una fase del proceso creativo en el que el pintor se muestra con una libertad inusitada, pues rara vez estas obras verían la luz fuera de su círculo más íntimo y privado. De tal modo Pontormo nos muestra su admiración por Miguel Ángel, su gusto por el detalle, por la experimentación con las formas anatómicas y las composiciones atrevidas y arriesgadas, haciéndonos partícipes de su obra. 

Da vértigo pensar que han pasado casi 500 años de la realización de estos dibujos. Muchos de ellos parecen tan actuales y de una modernidad tan arrebatadora que nos cuesta asociarlos a Pontormo. Es por ello que no me extraña que comparta la sede de la Fundación Mapfre en el madrileño Paseo de Recoletos con otra exposición sobre Picasso y su taller. Separados por unos cuantos siglos, vemos como el proceso creativo sigue algunas pautas que se repiten, tales como la experimentación, la plasmación de la idea en la obra o la intimidad del dibujo frente al lienzo. Pero hasta aquí las semejanzas, pues el resultado de ambas muestras en cuanto a número de visitantes difícilmente será más dispar. En las salas dedicadas a los dibujos de Pontormo no habría más de diez personas cuando realicé mi visita, mientras que en las dos plantas dedicadas a Picasso casi no podías dar dos pasos sin encontrarte con un pequeño corrillo. La temática es la misma, el artista, su espacio de trabajo y su proceso creativo más íntimo, pero el impacto mediático que posee Picasso no puede ser igualado por un artista del XVI. Una suerte que no podemos dejar pasar, pues es todo un lujo poder ver una exposición de tanta calidad en la casi total "intimidad". 

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