jueves, 28 de noviembre de 2013

Pintores de una misma tradición: Velázquez, Tiziano y Rubens


Diego Velázquez. Las hilanderas, 1647, Museo Nacional del Prado, Madrid.

Aprovechando la celebración de la exposición de la que hablaba en la entrada anterior, me gustaría dedicar unas cuantas líneas más a Velázquez. A través de una de sus grandes obras de este período, Las hilanderas, nos muestra su interés por seguir aprendiendo, su admiración por los grandes maestros de la pintura europea y cómo su talento sigue creciendo a medida que madura como artista.


Gracias a su labor al servicio de la corte, Velázquez tuvo un acceso privilegiado a la colección real. Como los grandes pintores de todos los tiempos, admiró y aprendió de la técnica de artistas como Tiziano, de quien el rey poseía grandes obras maestras. Además descubrió las posibilidades narrativas que ofrecía la pintura mitológica, un género en el que podría demostrar sus dotes para la pintura, así como su gran inteligencia y cultura.

De los 11 cuadros de tema mitológico pintados por el sevillano, 5 se encuentran en el Museo del Prado, otros tantos se han perdido y, el último, es la famosa Venus del espejo de la National Gallery de Londres. Según nos narran las cartelas del Prado, este tipo de cuadros fueron un refugio para que Velázquez diera rienda suelta a su gusto por la paradoja, representando, por ejemplo, a Marte como un guerrero melancólico en vez de como héroe victorioso o escondiendo el mito de Aracné, tema fundamental de la composición, en el fondo de Las hilanderas.

La complejidad de Las hilanderas va más allá de relegar a un segundo plano el asunto principal (una técnica de la que ya hizo gala durante su etapa sevillana en obras como Cristo en casa de Marta y María), es un ejemplo notorio de cómo las fuentes literarias ayudan a interpretar obras simbólicamente complejas. La biblioteca del pintor contenía obras eruditas de la época en las que se hablaba, como en la Filosofía Secreta de Juan Pérez de Moya, de que nuestro conocimiento es frágil como la tela de una araña. Aunque seamos muy doctos en un arte, puede llegar después quien nos supere. Es el tópico de la estructura histórica edípica de influencia vasariana de la que Velázquez es heredero y lo demuestra al realizar una alegoría artística de aquella pintura que considera como propia.

 Tiziano, El rapto de Europa (1560-62), Isabella Stewart Gardner Museum, Boston.

Velázquez se sitúa en la línea artística de pincelada ancha y dominio del color como los maestros Tiziano y Rubens. Éste último, en sus visitas diplomáticas a la corte española, aprovechaba para copiar para su colección personal las obras de aquellos grandes maestros a los que admiraba, como El Rapto de Europa de Tiziano, pues pese a su avanzada edad aún seguía aprendiendo. A la muerte de Rubens en 1640, el rey Felipe IV adquiere esa copia por un alto precio pese a tener la obra original de Tiziano. 

 Peter Paul Rubens, El rapto de Europa, 1628, Museo Nacional del Prado, Madrid.

Velázquez, en Las hilanderas, copia en el tapiz que representa el rapto de Europa la obra de Rubens, que a su vez es un homenaje a Tiziano, pintor por el que sentía una fraternidad especial. Por lo tanto en su obra establece una línea histórica con esta tradición. El significado último es que el arte es susceptible de continua mejora.

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