jueves, 27 de noviembre de 2014

Las "animas" de Bernini en el Prado.




BERNINI, Gian Lorenzo. Anima dannata. Mármol, 54 x 25 x 31 cm, 1619. Roma, Embajada de España ante la Santa Sede. Depósito de la Obra Pía

El Museo Nacional del Prado nos tiene últimamente acostumbrados a exposiciones fascinantes pero, en esta ocasión, se han superado con una selecta y exquisita muestra sobre el gran genio de la escultura barroca Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 1598 – Roma, 1680). Se trata, ni más ni menos, que la primera monográfica que se dedica en nuestro país a un escultor, arquitecto, pintor y dibujante que es referente de la Historia del Arte de todos los tiempos; un talento de dimensiones épicas que fue el auténtico dictador del gusto de la Roma del Barroco.




BERNINI, Gian Lorenzo. Anima Beata, 1619. Mármol blanco, 57 x 30 x 30 cm. Roma, Embajada de España ante la Santa Sede. Fotografía: Carolina Marconi

La muestra no intenta ser una representación de la vida y obra de Bernini, sino que indaga en su relación con la corte de Felipe IV. Con apenas 40 piezas, el recorrido nos invita a ser testigos de su labor en la configuración de la imagen de la corona española en la Roma del XVII; alguna es vieja conocida del museo, pues han pasado hace no mucho por sus salas, hablo de la terracota de El éxtasis de Santa Teresa, (obra a la que dediqué un post en este blog), que invita al visitante a descubrir la Capilla Cornaro (en la Iglesia de Santa Maria Della Vittoria), obra cumbre de la teatralidad barroca romana. De igual modo, vamos descubriendo bocetos para el ornato del Vaticano para la canonización de Tomás de Villanueva, los fastos en honor de la hija de Felipe IV la infanta Margarita (muchos la recordareis por ser la protagonista de Las Meninas), la escultura del propio monarca (muy interesante el video dedicado a esta pieza) o los retratos a caballo, exploran esa relación de Bernini con nuestro país.  


BERNINI, Gian Lorenzo. Scipione Borghese, 1632. Mármol blanco, Gallerís Borghese, Roma.

Pero, sin lugar a dudas, hay tres obras que reinan sobre el resto: Anima dannata., Anima Beata, y el retrato de Scipione Borghese. Las dos primeras, realizadas para el prelado español en Roma Pedro Foix de Montoya, las realizó cuando contaba con apenas 21 años (impresionante), demostrando un dominio absoluto de la técnica escultórica y su sorprendente capacidad para mostrar los afetti (afectos humanos) en los rostros: el alma condenada al infierno, desgarrada y absolutamente arrebatada (se dice que es un autorretrato), y la mirada devota del alma cuyo destino es la Gloria, el Paraíso. Para Delfín Rodrigues, comisario de la muestra, estas dos obras sintetizan la concepción global que Bernini tenía de las artes.

Como guinda del pastel, el busto de Scipione Borghese, uno de los cardenales más poderosos de roma y gran mecenas del napolitano (si queréis saber más, podéis ver el post en este blog dedicado a los grupos escultóricos que realizó Bernini para el cardenal Borghese); la leyenda cuenta que, cuando se encontraba esculpiendo este retrato, el bloque de mármol con el que trabajaba presentó una veta que tiró por tierra con todo el trabajo realizado hasta el momento; Bernini, preso de la rabia, dedicó tres noches a realizar nuevamente el busto para terminar el encargo de su gran protector tal y cómo el quería, dando como resultado esta magnífica obra de gran naturalidad y de maestría incuestionable.


BERNINI, Gian Lorenzo. Escultura ecuestre de Carlos II, Bronce dorado, 41 x 49 x 19 cm, 1680. Brentwood, Tennessee, Colección particular

A estas alturas de la historia, seguramente muchos de vosotros habréis leído en prensa la polémica entre el Prado y Patrimonio Nacional. Resumiendo, ambas instituciones mantienen una disputa por el lugar en el que deben exhibirse determinadas piezas propiedad de Patrimonio (El Jardín de las Delicia, de El Bosco, o El Descendimiento de Roger van der Weyden, por citar dos de las más conocidas) pero en depósito en el Prado desde hace décadas. Es por ello que Patrimonio se negó a prestar un modelo de la fuente de los Cuatro Ríos que obra en su poder. En mi humilde opinión, que dos instituciones públicas, financiadas con fondos procedentes del bolsillo de todos los españoles, se vean inmersas en este tipo de discusiones vergonzosas, sólo acaba afectado a los mismo de siempre: el público (es decir, todos nosotros perjudicados por una rabieta). Simplemente incomprensible.


VELÁZQUEZ, Diego. Felipe IV, Óleo sobre lienzo, 69 x 56 cm, h. 1654. Madrid, Museo Nacional del Prado

Terminaré hoy esta entrada recomendando, una vez más (y no me cansaré de hacerlo), la visita al Museo Nacional del Prado. Siempre es agradable acercarse al edificio de Villanueva para reencontrarse con los grandes del arte, pero una oportunidad como esta, poder ver a escasos centímetro la majestuosidad de Bernini, es una ocasión única, un privilegio que no debemos desaprovechar.

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