viernes, 2 de mayo de 2014

De viaje. National Gallery (Londres). Veronese: Magnificence in Renaissance Venice / Veronés: Magnificencia en la Venecia renacentista.

 

Paolo Veronese, La familia de Dario ante Alejandro, 1565-1567, óleo sobre lienzo. 236.2 x 474.9 cm., © The National Gallery, London

Paolo Caliari Veronese (1528-1588), o el Veronés como se le conoce en España, es uno de los máximos exponentes de la pintura que representa la opulencia, el espectáculo y, sobretodo, el color del arte de la Venecia del Renacimiento. La labor que desarrolló en el ornato de iglesias, palacios, villas y espacios públicos a lo largo de la región del Veneto son inseparables de nuestra percepción de la historia del arte de este período de la escuela veneciana.




La londinense National Gallery ha conseguido reunir 50 de las mejores obras de Veronese procedentes de prestigiosas instituciones y museos de toda Europa. El gran tamaño de muchos de estos lienzos han supuesto la remodelación y reordenación de parte de la galería, pero el resultado ha valido la pena, reuniendo por primera vez en cientos de años las grandes obras de Veronese en un mismo espacio expositivo.



Paolo Veronese, La Adoración de los reyes , 1573, óleo sobre lienzo, 355.6 x 320 cm © The National Gallery, London

Paolo nació en Verona, de ahí su apodo de el Veronés, en el seno de una humilde familia. Su padre era  cantero y su madre la hija ilegítima de un noble llamado Caliari, nombre que el artista adoptó en la década de los 50. Sabemos que en la década anterior pintó sus primeras obras independientes, datables en torno a 1546, para clientes acaudalados y para el ornato de edificios públicos de Verona.

Veronese se trasladó a Venecia al comienzo de esa década, donde residió el resto de su vida, llegando a ser uno de los miembros de la élite artística del siglo XVI. Nada más llegar a la ciudad consiguió trabajar para los Soranzo y los Giustiniani, familias influyentes que le abrieron las puertas de encargos más importantes como la decoración de los techos de varias salas de consejos del Palacio Ducal, lo que le motivó a dejar su ciudad natal en busca de un ambiente donde poder alcanzar encargos de mayor embergadura.


Paolo Veronese (1528-1588), El matrimonio místico de Santa Catalina, hacia 1565-1570, óleo sobre lienzo. 373 x 241 cm., Gallerie dell'Accademia, Venice © Soprintendenza Speciale per il Patrimonio Storico Artistico ed Etnoantropologico e per il Polo Museale della Città di Venezia e dei Comuni della Gronda Lagunare, Gallerie dell'Accademia

Antes de su llegada a la ciudad de los canales entró como aprendiz en en el taller de Antonio Badile (1518-1560), con cuya hija se casó en 1566. Probablemente también pasó un tiempo en el estudio de Giovanni Battista Caroto (1488-1536/37). Su etapa en Verona marcará algunas de las características de su estilo como los elementos arquitectónicos y escultóricos de su ciudad natal, pero fundamentalmente la síntesis que realiza de las influencias del centro y norte de Italia.

En Venecia adopta la composición, la narrativa y el color del maestro Tiziano (un potente rival para los encargos más importantes) aunque aplicando los principios de armonía y cohesión compositiva propios de Rafael. La línea sinuosa y fluida de Parmigianino también será un referente importante de su estilo.


Paolo Veronese, Lucrecia, hacia 1580-1585, óleo sobre lienzo, 109 x 90.2 cm © Kunsthistorisches Museum Wien Gemäldegalerie

La influencia del discípulo de Rafael, Giulio Romano, y de su colega y rival el veneciano Tintoretto se deja ver en distintos momentos de la producción de Veronese pese al carácter clasicista y armonioso que domina sus lienzos.

A lo largo de su carrera Veronese tuvo encargos de clientes tanto religiosos como seculares, en la ciudad de Venecia y en el resto del Veneto. Entre sus obras más destacadas se encuentra la decoración de la Iglesia de San Sebastiano (1555-1570), las pinturas murales de la Biblioteca de San Marcos (1556-1557) y del Palacio Ducal (comienzos de 1550 y nuevamente entre 1575-1582). El autor del programa iconográfico de este último proyecto fue el humanista Daniele Barbaro, de quien recibiría el encargo de una serie de frescos decorativos para la villa de la familia Barbaro en Maser, cerca de Castelfranco (alrededor de 1560). Por si esto fuera poco, en la década de los 60 realizó algunas obras de temática mitológica destinadas a su clientela internacional, género en el que volvió a demostrar su ambición y dominio del arte de la pintura.





Paolo Veronese, La conversión de María Magdalena, about 1548, óleo sobre lienzo. 117.5 x 163.5 cm © The National Gallery, London

El apoyo de las familias más importantes y acaudaladas de la ciudad hizo que su carrera fuera más fructífera que la de su rival Tintoretto, encadenando éxito tras éxito a lo largo de su vida. Algunas de las composiciones más reconidas de Veronese son las que tratan escenas de banquetes, como por ejemplo, la Última cena que realizó en 1573 (actualmente en la Galería de la Accademia de Venecia) cuyo exceso hizo que la inquisición la considerara inapropiada y provocadora, haciéndole declarar ante el Santo Oficio, uno de los escasos reveses que sufrió en su carrera. Veronés argumentó en su defensa que se tomaba las mismas licencias que los poetas, aunque no tuvo más remedio que cambiar el título de la obra por el que hoy día conocemos: El Festín en la Casa de Levi. El incidente parece que no afectó a sus encargos seculares, pues poco poco después se vió inmerso en la redecoración de las salas del Colegio y el Antecolegio del Palacio Ducal (1575-1577).

La muerte de Tiziano en 1576 hizo que Veronés recibiera muchos encargos fuera del Veneto, siendo especialmente solicitado por el rey Felipe II de España y con más fortuna por el emperador Rodolfo II desde Praga. Los rasgos esenciales de su estilo se mantuvieron constantes y sin grandes cambios a lo largo de su carrera, siendo el auténtico heredero de la pintura de Tiziano en cuanto a libertad y brillantez en la factura, pero manteniendo una paleta más clara debido en parte a sus tempranas experiencias como fresquista.

Veronés consiguió el reconocimiento en vida, por lo que tuvo un importante taller en la ciudad de Venecia donde trabajaban su hermano Benedetto y sus hijos Gabriele y Carlo (o Carletto).  Ellos fueron los encargados de tomar las riendas de su estudio tras la muerte del maestro.

En el pasado la crítica se refería a su obra como decorativa, en un sentido despectivo y peyorativo del término, debido al gusto del pintor por trajes suntuosos, personajes lujosamente ataviados y accesorios pintorescos que parecían demasiado superficiales para las escenas religiosas. 



Paolo Veronese, Perseo y Andromeda, 1575-1580, óleo sobre lienzo. 260 x 211 cm., Rennes, Musée des Beaux-Arts 

La historiografía más moderna ha sabido ver más allá de la superficie y el decorado, apreciando las refllexiones que Veronese hizo sobre los textos evangélicos para llevar a cabo sus grandes composiciones. Además se puso de relieve la importancia de los asuntos mitológicos en Veronés, el más importante en este género en el siglo XVi tras Tiziano.



Paolo Veronese, El Martirio de San Jorge, hacia 1585, óleo sobre lienzo. 426 x 305 cm.,  San Giorgio in Braida, Verona © Chiesa di San Giorgio in Braida. Ministero dei beni e delle attività culturali e del turismo. Soprintendenza per i beni storici, artistici ed etnoantropologici per le province di Verona, Rovigo e Vicenza.

Veronese también supo destacar como retratista, partiendo del formato de cuerpo entero que inició Tiziano y llevándolo a un nivel que serviría de base para la retratística barroca del XVII.





Paolo Veronese, Retrato de una dama, conocida como la Bella Nani, hacia 1560-1565, óleo sobre lienzo. 119 x 103 cm.,  © Paris, Musée du Louvre, Département des Peintures, RF 2111




Paolo Veronese, El ungimiento de David, hacia 1550, óleo sobre lienzo. 173 x 365 cm., © Kunsthistorisches Museum Wien Gemäldegalerie.

La gran colección de obras de el Veronés que posee el museo del Prado no proceden del reinado de Felipe II, pues en vida del artista sólo llego la Anunciación (1583), destinada a El Escorial, siendo en vano el intento por convencer  al artista para que viniera a España en 1585. La gran mayoría de los lienzos conservados en el Prado fueron adquiridos por Felipe IV por sus agentes en Italia y en Londres (en las almonedas de las colecciones de Carlos I y sus cortesanos a partir de 1649).


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