jueves, 5 de junio de 2014

Yo, Augusto, Emperador de Roma.



Cartel de la Exposición Moi, Auguste, Empereur de Rome. París, Grand Palais, desde el 19 de marzo al 13 de julio de 2014.

La más grande de las exhibiciones dedicadas al emperador Augusto en conmemoración del dos mil aniversario de su muerte se celebra en el parisino Grand Palais. Reune 200 obras procedentes de prestigiosas instituciones de todo el mundo, particularmente de Italia, con préstamos excepcionales de los Museos Capitolinos, de los Museos Vaticanos y del Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.




 Imagen de la entrada al Grand Palais con un trampantojo realizado con ocasión de la muestra.

Augusto murió en Nola el 19 de agosto del año 14, hace 2000 años. Es el emperador que consiguió la unificación del Mundo Romano, que es lo mismo que decir toda la región del Mediterráneo. El objetivo de esta muestra es recuperar la figura del hombre, con sus aspiraciones, sus contradicciones, sus cualidades e ilusiones, así como su época.


Entrada a la exposición con la imagen en primer término de la escultura del famoso Augusto de Prima Porta.

Antes de recibir su título de Augusto, Octavio se hizo un nombre por sí mismo en la vida política. El sobrino nieto de Julio Cesar se convirtió en su heredero a la edad de diecinueve años al ser adoptado por aquél. Tras su asesinato, Octavio participó en la guerra civil para establecer su poder. Jugó con el conflicto de intereses surgido entre las partes implicadas: en algunas ocasiones satisfacía las demandas de los veteranos, parte de los "populares", prometiéndoles el dinero y las tierras que les correspondía en el testamento de Cesar; en otros casos se alió con los tradicionalistas gracias a la influencia de orador y político Cicero, que significaba su figura como el salvador de la República. Eventualmente llegó a establecer una alianza con la aristocracia romana para vengar la muerte de Cesar al lado de Marco Antonio (el más leal de sus generales) y Marcus Lepidus: el Segundo Triumvirato. Pero sus intereses pronto divergieron. Octavio se posicionó en contra de Marco Antonio en una serie de acontecimientos que le llevaron a alzarse con el poder en solitario tras la Batalla de Actium.


Entonces Octavio proclamó la paz y recibió los honores del Senado. Se le otorgó el título de Augustus (sagrado, venerable): a partir de ese momento pasará a ser conocido por ese nombre. Aunque oficialmente era considerado "el primero entre iguales" del Senado (Princeps Senatus), los títulos que acumulaba le garantizaban plenos poderes. Este nuevo sistema se denominó Principado. Para afianzar su autoridad, se sirvió de representantes oficiales que diseminaron su autoridad y poder por todos los rincones del Imperio. Su imagen y la de todos los miembro de la Familia Imperial (los más cercanos  herederos) circularon en forma de retratos, especialmente a través de las monedas. Era una manera eficaz de de publicitar su imagen para legitimar la sucesión que quería instaurar. Es más, la ausencia de descendencia de su tercera esposa Livia la resolvió adoptando a su primer hijo, Tiberio, que debería sucederle en el poder. El apoyo de los habitantes del Imperio a este nuevo régimen, se vió reflejado en el encargo privado de representaciones del Princeps, que compartían los mismos códigos que las imágenes oficiales, así se crearon monumentos en su honor, se desarrollaron espléndidos ejemplos de artes suntuarias, altares, piedras preciosas, retratos privados, ceremonias y festivales.



El reinado de Augusto dio lugar a un intenso desarrollo urbano que transformó el centro de Roma. Animó todo tipo de iniciativas, incluso de tipo privado, como la remodelación del Campo de Marte llevada a cabo por su general y amigo Agrippa. Renovó la Saepta Julia, construyó hermosos baños públicos y el magnífico Panteón. Augusto completó el programa constructivo iniciado por Cesar, aunque modificando notablemente los planos del foro. Lo siguiente fue una reorganización de la administración de la ciudad en 14 regiones. Terminó el Foro Romano, donde reconstruyó la Basilica Julia, y realizó un templo en honor del divinizado Cesar. Inició la construcción de un tercer foro que llevaría su nombre. En lo que respecta a la religión, llevó a cabo una renovación al mismo tiempo que una política constructiva templaria. También se preocupó por los edificios que la gente necesitaba, como el Teatro de Marcelo. Todos estos edificios estaban rícamente decorador, lo que acrecentaba los valores del Princeps. Aunque parezca contradictorio, en su vida privada adoptó unos modos sencillos; se distanció de la arquitectura magnificente para adoptar un modo de vida más humilde relacionado con los ideales de la República. Nunca construyó un palacio propio, manteniendo su residencia en una casa del Palatino. Aunque sus biógrafos destacaron su carácter modesto, respetuoso de las tradiciones, piadoso y amante de la vida campestre, está claro que su programa monumental fue una de sus principales herramientas políticas.


Camafeo con retrato de Augusto, entre 14-20 d.C., Museo Británico, Londres.

El reinado de Augusto creó las condiciones necesarias para el desarrollo de las arte: el Imperio estaba en paz y sus habitantes vivían en una relativa prosperidad. Bajo la República, los generales victoriosos llevaron obras de arte griego a Roma. Desde el reinado de Augusto, los artistas griegos se desplazaron a Roma con la esperanza de conseguir importantes encargos. Una escuela Neo-Ática de escultura comenzó a florecer en Roma, donde los artistas realizaban obras inspiradas en los grandes trabajos del arte griego. Una de las escuelas más ilustrativas de este fenómeno era la de Pasiteles, un artista ateniense que se mudó a Roma, escultor y teórico que siguió el ejemplo de los grandes maestros griegos de diferentes períodos. Ésta práctica hizo que los artistas siguieran más los modelos artísticos que un movimiento en particular. Se valían de las fuentes artísticas griegas de todos los períodos, desde el arte Arcaico hasta el Helenismo, para crear nuevas y eclécticas formas altamente apreciadas por la clientela romana. Existía un clima de aemulatio (emulación, rivalidad) y interpretatio (imitación). Mientras mantenían un ojo sobre las obras maestras en busca de inspiración, el otro se centraba en la creación de nuevos y propios trabajos que rivalizaran con aquellos.



Cabeza de Augusto, Imperio Romano, bronce, fundido a la cera perdida. Museo Británico, Londres.

Bajo el gobierno de Augusto, el clima de paz que reinaba produjo una acumulación de riqueza en las manos de parte de pobación. Esta prosperidad era visible en el mobiliario de las villas y en las tumbas. Los objetos que han sobrevivido atestiguan un desarrollo sin precedentes del arte suntuario. Las innovaciones se multiplicaron en diversas áreas: cristal, platería, musivaria, orfebrería, pintura mural, etc. Todas estas decoraciones cumplían una función social evidente: demostraba la riqueza y el estatus social a los visitantes. La forma de vida romana no cambió de manera sustancial durante el período de Augusto, pero se expandió a lo largo de todas las provincias del Imperio. Esta Romanización de la vida cotidiana se hizo más palpable en el arte funerario. La posesión de estos objetos, ya fueran importados desde Roma o producidos localmente, era una forma de afiliación personal del dueño a la cultura romana y, por ende, al Imperio.



Augusto añadió nuevos territorios al Imperio Romano, siendo imprescindible establecer un sistema de fronteras dada las dimensiones del mismo. Quería dejar las fundaciones para una era de prosperidad, por lo que tras los turbulentos años que siguieron al final de la República en el 27 a.c., reorganizó la administración del Impero con el establecimiento de un Principado. Éste se dividía en más de cuarenta provincias, dejando bajo la autoridad directa del Senado las más antiguas y pacíficas, gobernadas por los procónsules. En las provincias situadas en las cercanías de las fronteras, que en ocasiones eran las más estratégicas, Augusto se encargó de establecer los legados. El censo se extendió a todo el Imperio para mejorar la gestión de los recursos humanos y materiales. Para asegurar el mantenimiento de la paz, la dominación romana tenía que ser flexible con la legislación y las prácticas locales. En cualquier caso, el poder de Roma se hacía presente en los espacios públicos  mediante la construcción de monumentos públicos: foros, templos, teatros, baños, etc. Se fundaron numerosas colonias para los veteranos, que actuaban como poderosos representantes del Imperio y, finalmente, el culto imperial aseguraba la cohesión de todo el Imperio.

El 19 de agosto del año 14 d.c. Augusto muere en la localidad italiana de Nola. Todo el ritual funerario fue programado con anterioridad y al detalle por el propio Princeps. Tras una gran procesión que parecía más un triunfo que un funeral, el cuerpo fue depositado sobre una pira en el Campo de Marte. La urna con sus cenizas fue depositada en un mausoleo cuya construcción fue ordenada por el propio Augusto cuarenta años antes de su muerte. El 17 de septiembre, el Senado aprobó la apoteosis del Princeps, elevando su figura a la categoría de dios. Se le otorgó el título de divus (divino), y se convirtió en objeto de culto. Livia asumió las responsabilidades de este culto como sacerdotisa. La Res Gestae, el segundo de los rollos del testamento de Augusto, fue grabado en placas de bronce en frente de su mausoleo, Augusto nombró a Teberio y Livia como sus sucesores, una decisión que no fue discutida. Éste fue sin duda alguna el gran éxito de Augusto: modificó gradualmente la mentalidad de su pueblo para establecer un legado político que sobreviviría a su muerte.

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