viernes, 11 de julio de 2014

Rembrandt en el Prado: Judit en el banquete de Holofernes.



Rembrandt Harmensz, van Rijn. Judit en el banquete de Holofernes, 1634, óleo sobre lienzo. Museo Nacional del Prado, Madrid.

El cuadro titulado Judit en el banquete de Holofernes, es el único Rembrandt que tenemos en el Museo Nacional del Prado. Es de los pocos ejemplos, probablemente el de mayor calidad, del gran maestro holandés del XVII en las colecciones españolas (recordemos el magnífico autorretrato de la colección Thyssen), uno de los grandes de la pintura europea que bien merece unas líneas en este blog.





Rembrandt Harmensz, van Rijn. Autorretrato con gorra y dos cadenas, 1642-1643 óleo sobre tabla. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.

La escena fue pintada en 1634, perteneciente a una serie de mujeres que Rembrandt pinta entre 1633-35 en homenaje a las grandes heroínas de la Biblia, un grupo de mujeres fuertes de la Antigüedad y del Antiguo Testamento. 


En un primer vistazo, distinguimos la presencia en primer plano de una mujer sentada con la mano derecha sobre el pecho y la izquierda apoyada en una mesa junto a un libro (en las pinturas holandesas del XVII los libros suelen ser una alusión a la Biblia y, por tanto, a los designios de Dios), ataviada con ricas vestiduras que podría asociarse con la aristocracia; como muestra de lujo, un suntuoso cuello de armiño, detalle propio de reyes, junto a la representación de joyas, perlas (símbolo de la fidelidad conyugal) y magnificas cadenas de oro. Desde la parte inferior izquierda se acerca a la dama una sirvienta, vestida acorde al estrato social de la protagonista, que le ofrece una copa,denominada nautilos (una concha del animal marino del mismo nombre y engastada sobre un pie de oro), un autentico elemento de lujo y símbolo de alto estatus social. En el fondo vemos a una sirvienta que nada tiene que ver con la criada palaciega, es más doméstica y más propia de una casa burguesa que de la alta aristocracia; en sus manos porta una tela, un saco medio abierto del que cuelga un borlo, y una pequeña cortina tapada por el actual fondo negro. Conocemos esta información gracias a unas fotografías de finales del siglo XIX (realizadas hacia 1887) en las que aparecen los elementos mencionados. El hecho de que hoy día el fondo esté completamente cubierto de negro responde a una moda de finales del XIX que gustaba de hacer las obras más a la "española", más dramáticas, siguiendo el estilo pictórico del Siglo de Oro. Aunque parezca un hecho sin trascendencia, resultara de gran significación para desentrañar el asunto principal del cuadro, pues posiblemente, lo que podría parecer un cortinaje, se trataba de una tienda de campaña que acogía a los dos personajes en primer plano.

Durante mucho tiempo el asunto fue identificado con el momento en el que la reina Artemisa bebe el vino con las cenizas de Mausolo, su marido, como símbolo de amor al convertirse en el sepulcro viviente de su esposo. También se relacionó con otra mujer, Sofonisba, quien tomó el veneno que su marido, Masinisa, le envió desde prisión para evitar que fuese víctima de la concupiscencia de Escipión.

Pero en esta obra la mujer no va coronada, además Artemisa era una viuda que lloraba, lo que no concuerda con el gesto de la dama, y la presencia de la sirvienta del fondo no parece encajar con una escena palaciega. Teniendo en cuenta el detalle que Rembrandt siempre prestó a los elementos de lujo, parece un descuido poco apropiado para un artista de su nivel. Ello permite pensar que lo que realmente representa es la historia de Judit, que llega al campamento de Holofernes y se engalana para asistir a la cena a la que fue invitada dentro de la tienda del general asirio.


La mirada y el gesto de Judit sugieren una intención oculta, casi parece que paladea el gran momento que está a punto de vivir y que encontramos transcrito en el Antiguo Testamento con las siguientes palabras: "Le dijo Holofernes; "¡Bebe, pues, y comparte la alegría con nosotros!". Judit respondió: "Beberé, señor, pues nunca, desde el día en que nací, estimé en tanto mi vida como ahora"" (Judit 12, 17-18)

La originalidad de Rembrandt se muestra en el nuevo planteamiento de la historia, algo muy valorado en el XVII. Hay muy pocas obras que traten este momento de la vida de Judit (es más frecuente la representación de la decapitación o la huida de Judit con su criada tras cometer el crimen) y únicamente podemos encontrar escenas similares en algunos grabados realizados para ilustrar la Biblia. 


Detalle de la grafía "Rembrant", sin la "d", firma del pintor características de estos años, junto con la fecha de la obra, "1634".

El tema escogido, tan extraño por otro lado, parece responder al momento histórico que vivía la sociedad holandesa a finales del XVII. Cuando los holandeses se separan de España se sienten como el pueblo elegido, se identifican con el pueblo judío y las escenas bíblicas. Liberados del yugo de los españoles, las heroínas bíblicas como Judit o Esther simbolizaban la reivindicación patriótica frente a los españoles.

Por último, como dato curioso destacar que la figura de Judit, aunque puede responder a un prototipo sin referente real que encontramos también en la pintura de Jan Lievens (con quien compartía taller en Leiden) o Salomon de Brey, ha sido tradicionalmente identificada con la mujer del pintor, Saskia van Uylenburgh, por la que sentía un profundo amor y cuya muerte sumió al artista en una depresión de la que nunca levantó cabeza.

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