jueves, 4 de septiembre de 2014

Henri Cartier-Bresson


Henri Cartier-Bresson, París Francia, 1992. Gelatina de plata, copia de época @Martine Franck / Magnum Photos, cortesía de Fondation Henri Cartier-Bresson, París.


"A medida que pasa el tiempo y miras los retratos, la gente vuelve a ti como un eco silencioso. Una fotografía es un vestigio de una cara, una cara en tránsito, La fotografía tiene algo que ver con la muerte. Es una huella." Henri Cartier-Bresson.


Henri Cartier-Bresson, En un campo de desplazados, una confidente es reconocida por quién ella había denunciado. Dessau, Alemania, 1945. Gelatina de plata, copia de época  @Magnum Photos / Henri Cartier-Bresson. Cortesía de la Fondation Cartier-Bresson, París.

La Fundación Mapfre, en su sede del Paseo de Recoletos, ha organizado una magna exposicion sobre uno de los fotógrafos más influyentes, y longevos, del pasado siglo (1908-2004). En colaboración con el Centre Pompidou (París) y la Fondation Henri Cartier-Bresson, la Mapfre realiza una retrospectiva que aborda sus múltiples facetas como creador visual.


Henri Cartier-Bresson, Florencia, Italia, 1933. Gelatina de plata, copia realizada en 1987 @Magnum Photos / Henri Cartier-Bresson. Cortesía de la Fondation Cartier-Bresson, París.

La muestra realiza un recorrido cronológico por la vida profesional de Cartier-Bresson, con una clara división entre sus tres etapas fundamentales. Sus inicios en el arte pictórico, con la presencia de algunas obras que denotan un acercamiento a las vanguardias históricas, marcan un período, a comienzos del siglo XX, en el que coquetea con diferentes estilos y corrientes en una búsqueda de su propio lenguaje; en la segunda etapa, que podría situarse en el segundo tercio del siglo XX, toda esa experimentación ha ido formando un estilo en el que la composición toma gran protagonismo, no como mero sentido esteticista, sino como reflejo del compromiso político de Cartier-Bresson en unos años clave para el devenir del mundo; en la última etapa que recorre la muestra, aparece un viajero incansable que recorre el mundo con el objeto de remover las conciencias de la sociedad capitalista eurocéntrica, en perpetua búsqueda de los valores universales que todo ser humano comparte independientemente de su raza, religión, convicción, pensamiento o cualquier otra circunstancia o condición personal o social. 

Los primeros años de Cartier-Bresson son de iniciación en la pintura y de una insaciable curiosidad intelectual (que le acompañará toda la vida). Se trata de un período clave de su formación que le hizo entablar un estrecho contacto con los surrealistas, de los que adoptó multitud de técnicas para dotar a sus obras de un sentido poético y onírico propio del movimiento iniciado por el teórico y ensayista André Breton. 


Henri Cartier-Bresson, Multitud delante de un banco para sacar el oro durante los últimos días de Kuomingtan. Shanghái, diciembre de 1948. Gelatina de plata, copia realizada en los años 60 @Magnum Photos / Henri Cartier-Bresson. Cortesía de la Fondation Cartier-Bresson, París.

Un comentario que hace la fundación sobre este período me resulta especialmente interesante: "Henri Cartier-Bresson era un voraz lector. Un hombre curioso, amante del arte y de la contemplación de las obras de arte, interesado por lo que hacían y lo que podían compartir los que le rodeaban" Sin duda, que importante es absorver todas las influencias que te rodean para poder crear. Es fundamental saber lo que se ha hecho y lo que se está produciendo para poder encontrar un camino y un lenguaje propios. Cartier-Bresson lo logró con creces.

Buenas parte de su lenguaje fotográfico en las dos etapas siguientes estaba impregnado de su compromiso político, pues detrás de sus grandes viajes como fotoperiodista se esconden series en las que refleja valores y problemas universales: la pobreza, la vanidad, la desigualdad social o económica, etc. 

Sin duda el conocido como "ojo del siglo", no se limitaba a captar el tan famoso "momento decisivo" por el que ha pasado a la posteridad. La vida cotidiana, las pequeñas grandes historias de personajes anónimos y los aspectos aparentemente más mundamos de su transcurrir vital, que al final son los que configuran nuestra vida diaria, tampoco escaparon al objetivo de Cartier-Bresson. Una retrospectiva que acierta en su recuperación de su obra como el gran archivo visual de la sociedad de todo un siglo. Como dice el propio Cartier Bresson: "Los fotógrafos se dedican a cuestiones que continuamente se desvanecen y cuando se han desvanecido ya no hay artimaña en el mundo que pueda hacerlas volver".

Es difícil resumir lo más impactante de una retrospectiva que, en algunos momentos, resulta apabullante. Una recopilación de momentos decisivos de todo un siglo, de las grandes historias y de los acontecimientos más mundanos que, en la mayoría de las ocasiones, se quedan anclados en un espacio intersticial al que nadie presta atención. Sin duda, el poder apreciar cómo los considerados "actores secundarios" de la historia adquieren un nuevo protagonismo significando a toda la sociedad, es uno de los aspectos más fascinantes de la retrospectiva de Cartier-Bresson. Una exposición para ver una y otra vez y perderse en la multitud de matices, rostros, espacios, etc., todos ellos pedazos de vida en imágenes que tienen la magia de trasladarnos a un tiempo perdido. 

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