martes, 12 de noviembre de 2013

La Belleza Encerrada. De Fra Angelico a Fortuny. Museo del Prado, del 21 de mayo al 10 de noviembre de 2013


Una vez finalizada esta magna exposición quiero rendir en esta entrada mi pequeño homenaje a uno de los acontecimientos artísticos de la temporada. Seguro que muchos de vosotros habéis acudido más de una vez a visitarla. No se puede negar que siempre se descubre algo nuevo, un detalle, una obra que se nos escapó en nuestra anterior visita o incluso a algún artista que vemos con ojos nuevos. A mi modo de ver, este era el objetivo de la exposición: mirar el arte con otros ojos, reposar y paladear el disfrute del arte, de la obra en sí misma, de la belleza que encierra.


La exposición consta de 281 obras, todas del Museo del Prado y la mayoría pertenecientes a las colecciones reales. También se incorporan recientes adquisiciones como una tabla que representa La oracion del huerto, francesa de principios del siglo XV, y la deiciosa obra Joven dormida en una amaca de Luis Paret, que tenemos que observar a través de una mirilla en un acto de voyerismo provocado.


Es una venusta concentración de piezas de pequeño formato, donde el aspecto lúdico pasa a primer plano. Desde el comienzo de la exposición, la copia romana de la Atenea de Fidias que nos da la bienvenida nos reafirma en esta suposición. No representa a la diosa guerrera, sino a la diosa de las artes. A partir de este punto el Museo del Prado incentiva mirar el cuadro en lugar de las cartelas, ausentes en la exposición y sólo accesibles consutando el folleto que se entrega a la entrada.

La escenografía, más teatral que museografía, invita a centrarse en ciertos detalles de las obras para deleite de los asistente. Es el caso del juego de máscara y retrato real que se establecen entre las obras de Velázquez y El Greco y el propio espectador. Del mismo modo las obras hablan entre sí, en un diálogo continuo entre el norte y el sur a lo largo de las diferentes salas que reproduce la misma conversación que continuamente escuchamos en la colección permanente.

En las primeras salas nos encontramos con la Anunciación de Fra Angélico, pieza sofisticada, exquisita y delicada que además se encuentra dispuesta de manera similar a como lo estuvo en la Iglesia para la cuál fue concebida.  Las escenas de la vida de la Virgen en la parte inferior, cumplen su función moralizante y edificante en composiciones cerradas donde el preciosismo deja paso a la finalidad del mensaje.

La sala de la pintura flamenca del siglo XV y XVI destaca, ademas de por las excepcionales pinturas de Van der Weyden o Durero, por La mesa de los pecados capitales del Bosco, una ventana a la oscuridad del alma humana. En palabras de Manuela Mena, conservadora del museo, "se presenta en esa disposición para que nos veamos sometidos y metamos la cabeza para ver el fondo profundo de nuestras alamas".


La sala de principios del Renacimiento, con una pequeña escultura de Fidias en copa romana del siglo I-II d.C. (obras tan influyetes para el desarrollo y esplendor de este período) sigue manteniendo ese diálogo norte-sur. La sala se abre a dos posibilidades: por un lado el Barroco del sur, de la mano de la pintura española e italiana, y por el otro el del norte, de la del prolífico Rubens. 

Rubens es uno de los artistas mejor representados en el Prado, que atesora gran parte de sus obras maestras. En La belleza encerrada tenemos la oportunidad de redescubrir su recientemente restaurada serie de bocetos para cuadros mitológicos destinados a la decoración de la Torre de la Parada, que por desgracia se perdieron en el incendio de la misma. Otro de los grandes aciertos de la exposicion es resaltar el auge de los géneros secundarios como el bodegón o la vánitas, que eclosionan como género pictórico atónomo en el Barroco. Son obras perfectas para ser vistas al detalle, invitan a disfrutar de las riquezas que proporciona la tierra, a deleitarse con los sentidos o a la reflexión sobre la vanidad de la vida y el paso del tiempo.

En la sala del sigo XVII se busca la confrontación entre los paisajes nórdicos y los del sur, a los que artistas como Claudio de Lorena viajan para el estudio de la perspectiva y la luz. Destacan las dos vistas de Velazquez de la Villa Medicis realizadas durante su estancia en Italia, preludio del impresionismo en su pincelada suelta y matéricamente rica, donde la luz se convierte en el tema principal, frente al mundo nórdico donde el paisaje se torna más realista, pero sobretodo interesado en la vida cotidiana como las preciosistas fiestas de las ciudades, o la guerra, tan presente en este siglo.

En el siglo XVIII surge la vida moderna entendida desde el sentido poético de la arcadia de Watteau. Dos ejemplos de Tiépolo fantásticos y los cartones para tapices, en los que Goya también participará, centran nuestra atención en esta área de la exposición.

Por último, y no menos importantes, son las salas del siglo XIX, en las que la mirada hacia el mundo italiano y francés establece la identidad de la pintura española de ese período. el Prado posee la mejor colección de obras de este momento crucial de nuetra historia, abarcando desde el Neoclasicismo hasta finales del siglo, desde la figura de Vicente López hasta Fortuny.

La belleza encerrada sin duda ha sido un acontecimiento dentro del programa de exhibiciones del Prado para el 2013. Una exposición metadiscursiva, el juego del Prado dentro del Prado, que nos muestra la vastísima y excelente colección del museo y la inventiva de conservadores y comisarios pera crear una gran exposición con recursos limitados y sostenibles. sin duda toda una lección museográfica en tiempos de crisis.
 


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