¿Cómo podría comenzar esta
entrada sobre uno de los grandes genios de la pintura de todos los tiempos? Creo que lo justo es cederle la palabra
a otro grande, esta vez de la historia del arte, como es Ernst Gombrich:
Su tarea principal (como pintor
de corte) era pintar retratos del Rey y de los miembros de la familia real,
pocos de los cuales poseyeron rostros atractivos y ni siquiera interesantes:
fueron hombres y mujeres preocupados por su dignidad y ataviados con rigidez. La
tarea no se diría muy grata para un pintor; pero Velázquez transformó estos retratos
como por arte de magia, convirtiéndolos en una de las expresiones pictóricas más
fascinantes que el mundo haya visto nunca. (E. H. Gombrich. La
Historia del Arte, Phaidon Press Limited, Londres, 1997. p. 407)
Felipe IV, Diego Velázquez , Óleo sobre lienzo, 69 x 56 cm, ca. 1654, Madrid, Museo Nacional del Prado.
Velázquez sin duda será un pintor
recurrente en este blog. De momento me centraré en la exhibición que ahora está
revolucionando el panorama museístico madrileño. Quizás no son obras tan
espectaculares y efectistas como las fábulas mitológicas,
pero Velázquez siempre es un acontecimiento que atrae a las masas.
En esta ocasión se nos presentan los
últimos 11 de años de la labor de Velazquez como retratista (tanto de la corte papal como de la familia de Felipe IV) y la
continuación de su legado de la mano de sus seguidores Juan Bautista Martínez
del Mazo y Juan Carreño de Miranda.
La exposición traza la historia
del retrato cortesano español entre 1650-80, momento de gran auge y
originalidad en la construcción de la imagen de la monarquía. En 1650 Velazquez, durante su segundo viaje a Italia,
triunfa en la corte papal de Roma. Al mismo tiempo, Felipe IV acaba de casarse
con Mariana de Austria comenzando la última etapa de su reinado.
La reina doña Mariana de Austria, Diego Velázquez, Óleo sobre lienzo, 231 x 131 cm, 1652, Madrid, Museo Nacional del Prado
Son años delicados para la
historia de España, pues la monarquía entra en bancarrota, las guerras con
Francia, Inglaterra y Portugal suponen un considerable gasto para las arcas del
Estado, a lo que se une la crisis demográfica y por si fuera poco, la dinástica. Esto último
produce una extraordinaria incertidumbre sobre el futuro de la monarquía
española, pero da lugar a una gran producción artística. Toda Europa mira a
España como un cazador a su presa con intención de establecer alianzas dinásticas, de ahí la incesante petición de
retratos de Felipe IV y la familia real. Velazquez y su taller son los
encargados de satisfacer esa demanda de imágenes de la nueva reina, de los nuevos
príncipes e infantas.
Árbol genealógico de los componentes de la familia de Felipe IV representados en la exposición
Los últimos 10 años de la carrera
de Valázquez como retratista cortesano supone un cambio sustancial en su estilo. A partir de
1651 la mayor parte de sus modelos serían mujeres y niñas. Este cambio produce
modificaciones en el color, que se vuelve más variado, mas denso, por la
invasión del mundo textil en el lienzo mediante complicados trajes, cortinas y
tapicerías.
La etapa posterior a 1650 es una
culminación de toda su carrera desde el punto de vista de sus logros artísticos,
sus aspiraciones sociales y su carrera cortesana. Plantea obras que suponen un
reto narrativo en su carrera, fundamentalmente las Hilanderas y Las Meninas,
un paso hacia delante en su carrera estilística. Todo esto se cuenta a través
de 29 obras, 15 de Velazquez y las 14 restantes de sus seguidores. Gracias a la
colaboración del Museo de Historia de Viena el visitante puede obtener una
visión completa de esta última y brillante fase de la carrera de Velázquez.
Las meninas, Juan Bautista Martínez del Mazo. Óleo sobre
lienzo, 142,2 x 121,9 cm, ca. 1660, Dorset-Kingston Lacy, The Bankes
Collection (The National Trust)
En la misma línea de las exposiciones de temporadas pasadas, el Prado busca completar las lagunas existentes en sus colecciones aprovechando para suscitar debate científico y académico en torno a los temas propuestos (tal fue el caso de El joven Ribera o El ultimo Rafael). Es por ello que el museo organizara una serie de actividades en torno a esta exposición como un ciclo de cine, representaciones teatrales, visitas comentadas o un curso monográfico (denominado Velázquez y la cultura cortesana 1650-60 con ponentes de la talla de Javier Portús o Fernando Marías).
En mi opinión, aunque justa en el número de obras expuestas, es una exposición intensa en cuanto al contenido sin resultar abrumadora. La reflexión en torno a la producción artística plantea interesantes reflexiones en torno al original y la copia, la importancia relativa que tenía en aquella época y la casi absoluta que parece tener ahora. De nuevo vienen a mi cabeza las reflexiones de Walter Benjamin y sus ideas sobre el aura que envuelve a las obras de arte que tanto ha influido en nuestra forma de mirar estas producciones.
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