viernes, 21 de febrero de 2014

La obra invitada: Virgen de la leche con el Niño y ángeles, de JeanFouquet.

Jean Fouquet, La Virgen de la leche con el Niño y ángeles, 1451-52, Óleo sobre tabla, Amberes. Koninklijk Museum voor Schone Kunsten.

Desde el 18 de febrero y hasta el próximo 25 de mayo, podemos disfrutar en la sala 57A de la obra del francés Jean Fouquet La Virgen de la leche con el Niño y ángeles.  Además el pasado miércoles pude asistir a la conferencia que Pilar Silvia Maroto impartió en el Prado y, que como en ocasiones anteriores, incluyo en el texto de este post para completar la visión de esta magnífica pieza.



Hasta 2013, año de la adquisición de la Oración en el huerto con el donante Luis I de Orleans, no había en el Museo del Prado obras francesas del siglo XV. Esto se debe a que las colecciones reales carecían de estas piezas por las malas relaciones que mantuvo la corona de Castilla y la de Aragón con el país vecino. Además, son escasas las ocasiones en las que se puede adquirir una de buena calidad en el mercado artístico, pues muchas de ellas se perdieron como consecuencia de la Revolución Francesa.

Gracias al proceso de remodelación al que está siendo sometido el Koninklijk Museum voor Schone Kunsten de Amberes, podemos disfrutar de este magnífico lienzo considerado la Mona Lisa francesa, que rara vez ha abandonado las salas de su museo de origen.

El autor de la tabla es Jean Fouquet (Tours 1420-70/81), del que se sabe más bien poco. En Tours trabajó como pintor e iluminador de los reyes Carlos VII y Luis XI. Su arte es una síntesis de la tradición del Gótico Internacional, del arte flamenco, de su interés por la luz y la calidad de los materiales, y de las influencias italianas debido a su estancia en el país transalpino.

Grabado del siglo XVI del retrato desaparecido del Papa Eugenio IV de Jean Fouquet, 1437/1450.

El arquitecto, broncista, humanista e historiador Antonio Alverino, llamado a sí mismo Filarete, menciona la presencia de Fouquet en Roma, donde pintó un retrato hoy día perdido (aunque queda un grabado del XVI basado en la obra original), del Papa Eugenio IV y dos miembros de su familia entre los años 1440-47. Se trata de su famoso tratado de arquitectura en el que describe su ciudad ideal para Francisco Sforza, la Sforzinda. Nos dice que para el ornato del palacio no existía pintor en Italia capaz de hacer frente al encargo, sólo conocía a un pintor del norte capaz de llevarlo a cabo: Jean Fouquet.

La estancia italiana le proporcionó todo un repertorio de ornamentos clásicos que impregnaría sus obras posteriores, así como un acercamiento a los trabajos sobre perspectiva y la monumentalidad de la composición de sus figuras. Seguramente en Roma conoció la obra de Masaccio (próximo al Papa), Fra Angelico (estaba trabajando en la capilla de Nicolas V) y posiblemente la de Piero della Francesca (la obra de Fouquet acusa la simplificación de las formas de éste).


Jean Fouquet, Libro de horas de Etienne Chevalier,  1452/1460. Museo Condé, Chantilly.

En su labor como miniaturista se muestra singular  creativo en todas sus formas. Un ejemplo es el libro de horas de Etienne Chevalier (realizado aproximadamente en 1460). En él aplica las ideas de la perspectiva aérea, donde las formas y volúmenes pierden la nitidez a medida que los objetos se alejan, como en su reconstrucción de París. Los juegos de luces y su efecto sobre las formas le interesan en gran medida.

Su retrato de Carlos VII de Francia (rey al que convence Juana de arco para que se corone en Reims) aparece siguiendo la tradición del retrato francés. El personaje no muestra signos evidentes de ser el re de Francia, dato que se obtiene a través de sus vestiduras y de una inscripción en el marco de la obra que indica quién es el personaje: "El muy victorioso rey Carlos VII".

Jean Fouquet, retrato de Carlos VII, 1445/50, óleo sobre tabla, Museo del Louvre, París.

La Virgen con el niño y ángeles, cuyo asunto poco común ya hemos podido ver el año pasado en la entrada dedicada a Pedro Berruguete y su Virgen de la leche, es el panel derecho del díptico que mandó hacer a Jean Fouquet Etienne Chevalier (+1474), embajador, tesorero y canciller de las cortes de Carlos VII (1403-1461) y Luis XI de Francia (1423-1483), para colocarlo sobre la tumba de su esposa en la catedral de Nôtre-Dame de Melun. El panel izquierdo se conserva en la berlinesa Galería Nacional de Pintura, en el que aparecen el comitente Etienne Chevalier arrodillado, acompañado por su santo patrón san Esteban.


Jean Fouquet, El caballero Etienne, tesorero de Carlos VII de Francia, con San Esteban, 1450, óleo sobre tabla, Galería de Pintura del Museo Nacional, berlín. 

La obra tenía un marco de unos 9 cm. de ancho con unos esmaltes con imágenes en camafeo en azul oscuro. El único que se conserva se encuentra en el Louvre, y en él aparece un autorretrato de Fouquet. La idea es la misma que llevó a Ghiberti a representarse en las segundas puertas del baptisterio de la catedral de Florencia (aunque es una obra posterior a la de Fouquet). Es la idea del pintor que deja de ser artesano para convertirse en artista.



En la tabla de Amberes, si hay algo que llame la atención sobremanera es la presencia de nueve ángeles de intenso color azul y rojo que rodean el trono de la Virgen. Los serafines rojos, símbolo del fuego y los más cercanos al Dios Padre en la jerarquía angélica, y los querubines azules ya habían sido utilizados anteriormente por pintores y miniaturistas franceses, sin embargo Fouquet los transforma aquí otorgándoles un brillo más propio de la cerámica vidriada de la famiia Della Robbia -que el pintor tuvo la oportunidad de ver durante su estancia en Italia (1440-47)-, que de las tablas flamencas. Sigue los textos de la patrística, pues así estaba mandado, y la tradición de la iconografía de las miniaturas.

Detalle del rostro de la Virgen de Fouquet (izq.) comparado con el de la tumba de Agnes Sorel (der.) (siglo XV, alabastro, Colegiata de Saint-Ours de Loches, Francia).

La figura de la Virgen se asemeja a una dama de alta alcurnia que sigue la moda francesa del momento. Su piel pálida, la delgadez extrema y un rostro frío de amplia frente (la frente depilada para retrasar el nacimiento del cabello), hacen pensar en la posibilidad, como se rumoreaba, de que se trate de Agnes Sorel, amante oficial de Carlos VII que murió envenenada por mercurio. Si comparamos el rostro de la Virgen de Fouquet con el retrato en alabastro de la tumba de Sorel, el parecido es innegable. Quizás una manera de divinizar la figura de la mujer y humanizar la de la Virgen.

Para finalizar y como siempre, os recomiendo que os acerquéis al Prado para contemplar esta pequeña joya. Espero que os sorprendan como a mí los colores brillantes y la modernidad absoluta de una obra con más de 500 años a sus espaldas



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