La "Great Gallery" de la archiconocida Wallace Collection ha sido objeto de una intensa remodelación arquitectónica y museográfica que ha costado más de 5 millones de libras y dos años de trabajo. Un espacio que acoge una de las más fascinantes colecciones de arte clásico occidental. A continuación pasaré a comentar algunas de sus obras "estrella" que podrán verse a partir del 19 de septiembre de 2014.
Vecellio, Tiziano. Perseo y Anrómeda, 1554-1556, óleo sobre lienzo, The Wallace Collection, Londres.
Para comenzar esta pequeña muestra, uno de mis pintores preferidos: Tiziano Vecellio (1485/90-1576). Se trata de una obra que ha sido confundida en ocasiones con Venus y Cupido, un tema muy recurente en el Tiziano de primera época; pero la pincelada suelta y matérica, esa maestría tan veneciana en el uso del color, y el hecho evidente de que el personaje femenino aparece encadenado a la roca, a merced de un terrible monstruo marino, sitúan el lienzo como parte del encargo que recibió el maestro en los años 50-60 para realizar una serie de obras basadas en las "Metamorfosis" de Ovidio, piezas destinadas al rey Felipe II.
La leyenda narra como Neptuno envió un monstruo marino para devorar a Andrómeda, castigada por su osadía de considerarse más hermosa que las Nereidas. Perseo, que aparece precipitándose desde la parte superior derecha (que, efectivamente, puede asemejarse a un Cupido, aunque demasiado vestido), acude en su ayuda. A destacar el detalle del coral a los pies de Andrómeda, referencia inequívoca al enfrentamiento entre Perseo y la górgona Medusa, que convertía en piedra a los incautos que osaban mirarla directamente a los ojos (recordemos la magnífica escultura de Benvenuto Cellini que muestra a un Perseo triunfante tras la batalla sosteniendo la cabeza de su víctima).
Como mencionaba anteriormente, ésta obra, sin duda uno de los mejores ejemplos de Tiziano en la colección londinense, formaba parte de la magnífica colección de pintura de Felipe II, que como tantas otras, "no se sabe" como han parado a manos de coleccionistas de otros países. Símbolo de los vaivenes del mercado atístico y de la evolución en la apreciación del arte que han alejado de nuestros museos otras deslumbrantes piezas que también formaban parte de las colecciones españolas; sin ir más lejos, en el mismo Londres, en este caso en la National Gallery, se encuentran "El Matrimonio Arnolfini", obra maestra del retrato privado de Jan Van Eyck o la deliciosa "Venus del Espejo", de Velázquez (posible retrato de su amante italiana).
Velázquez, Diego. Dama con abanico, 1640, óleo sobre lienzo, The Wallace Collection, Londres.
Hablando de Velázquez, nos situamos ante uno de sus retratos más conocidos: Dama con abanico. Los historiadores han debatido largo y tendido sobre la posible identidad de la dama representada. Unos dicen que podría ser Francisca Velázquez, hija del pintor, su mujer Juana de Miranda o incluso Marie de Rohan, duquesa de Chevreuse. El hecho de atribuir la identidad del personaje retratado a una dama exiliada de Francia o a un miembro de la familia del pintor, podría relacionarse con la sensualidad del escote, algo bastante atrevido teniendo en cuenta el recato de la corte española y las leyes que el propio Felipe IV dictó contra el lujo y en favor de la moral y la castidad. Para Jonathan Brown (Velázquez, pintor y cortesano, Madrid, 1986), el retrato equilibra la sensualidad de la moda francesa con la piedad revelada por el rosario y la medalla religiosa, configurando un retrato magistral obra del genio del Siglo de Oro español.
Poussin, Nicolas. Una danza para la música del tiempo, 1634-1636, óleo sobre lienzo, The Wallace Collection, Londres.
La obra del francés Possin, es un lienzo de compleja iconografía que, tomando como fuente "Les Dionysiaques" de Boitet de Frauville, describe cómo tras las quejas del Tiempo y las Estaciones, el dios Júpiter otorga a Baco el don del vino para aliviar las duras condiciones de la vida de la humanidad. Las figuras en danza representan las estaciones: el otoño, que normalmente adopta figura femenina, es en este caso simbolizado por el propio dios Baco. Lon conservadores de la Walace Collection aventuran a interpretar que Giulio Rospigliosi, el patrón de esta obra maestra de Poussin, quería representar el ciclo de la condición humana: partiendo de la pobreza, el hombre solo asciende socialmente mediante el trabajo y el esfuerzo, que le llevará a disfrutar de los placeres de la vida, pero un exceso de indulgencia revertira en la vuelta al estado inicial. Sin duda una obra de factura exquisita que es de las piezas más admiradas del pintor francés; pintor que Gian Lorenzo Bernini reconoció como el de mayor valía de entre sus contemporáneos (palabras que tienen más merito a sabiendas de lo poco atraido que se sentía el escultor italiano por el arte francés).
Murillo, Bartolomé Esteban. La adoración de los pastores, hacia 1665-1670. óleo sobre lienzo, The Wallace Collection, Londres.
La obra de Murillo (1665-1675), como la de otros grandes pintores del Siglo de Oro español, fue redescubierta por los historiadores en el siglo XIX. Un interés que despertó las ansias de coleccionistas privados ingleses por las obras del pintor sevillano. Éste hecho, junto a la Guerra de Independencia (1808-1814), hizo que muchas obras salieran de nuestro país rumbo a las colecciones de medio mundo. La adoración de los pastores forma parte de la colección de la cuarta marquesa de Hertford, madre de Richard Wallace, el fundador de la Wallace Collection. Es una obra de la época de madurez de Murillo, en las que su sensibilidad y evolución artística parecen anticipar lo que será el Rococó. Es el responsable de iconografías ampliamente aceptadas que serán imitadas continuamente por su dulzura y empatía con el público.
Hals, Frans. El caballero sonriente, 1624, óleo sobre lienzo, The Wallace Collection, Londres.
Por último, para terminar este breve repaso, el magnífico retrato de medio cuerpo de Frans Hals (1582/3-1666) de un caballero desconocido que mira directamente al espectador esbozando una media sonrisa. Una excelente creación del pintor holandes que hace alarde de su maestría en la representación del lujo, de los brocados y la multitud de detalles que contrastan con un fondo neutro gris que no sino resaltar al protagonista del lienzo. Como dato curioso, señalar que pese a la revalorización que experimentaron los pintores españoles en el siglo XIX, la reputación de Hals cayó poco a poco en el olvido pero, como señala la Wallace Collection, éste lienzo fue objeto de una encarnizada batalla entre el cuarto marqués de Hertford y el barón James de Rothschild en una subasta celebrada en París en 1865. Acontecimiento no deja de ser significativo pese a lo anecdótico de la escena, pues volvió a girar los focos del espectáculo del arte hacia la injustamente denostada figura de Hals.
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