lunes, 2 de diciembre de 2013

El surrealismo y el sueño. Del 18 de octubre de 2013 al 12 de enero de 2014. Museo Thyssen-Bornesmiza, Madrid.


A través de 163 obras y 7 video instalaciones el Museo Thyssen nos lleva de la mano en un viaje hacia el mundo de los sueños, del subconsciente. Una relación entre arte y sueño que, como apunta el historiador José Jimenez (comisario de la exposición), ha pasado casi desapercibida para la historiografía. Por lo tanto, os invito ha descubrir una exposición única que aborda un territorio "casi virgen".


Ciertamente todos podemos recordar algunas imágenes fantásticas u oníricas a lo largo de la historia del arte, aunque tratadas someramente, como en los conocidos casos de  El jardín de las delicias o las archiconocidas e inquietantes pinturas negras de la Quinta del sordo, obras de El Bosco y Goya respectivamente. Incluso si nos remontamos hasta la Grecia clásica, podemos recordar la "divina locura" que poseía a los poetas, o cómo lo románticos hacían uso del opio y los psicotrópicos para crear a través del acceso a su subconsciente. 

La inspiración en el mundo de los sueños siempre ha producido obras rupturistas con la tradición y las estructuras mentales establecidas, para seguir una vía marcada por el talento apasionado que desemboca en una visión totalmente nueva. Esta línea de trabajo fue la seguida por artistas como Rene Magritte o Giorgio de Chirico. Es un interés por los estados anímicos que hace aflorar lo más profundo de su espíritu.

  Leonor Fini, El aseo inútil, 1964, Colección particular.

La interpretación de los sueños (1900) de Sigmund Freud dió el impulso decisivo para buena parte de los planteamientos y elaboraciones surrealistas en torno al sueño. Plantea, expresado de manera muy sintética, que cuando los pensamientos que caracterizan al estado de vigilia se adormecen, el niño y el salvaje que viven en nuestro interior se hacen con el mando.

El movimiento surrealista deja de considerar el sueño como un vacío para convertirse en una ampliación de lo "real", el "otro polo" del psiquismo. Soñar es una actividad visual y plástica, pues soñamos con los ojos, vemos lo que soñamos. Proclaman que sólo lo inconsciente puede producir arte, por ello no se puede renunciar a soñar, a ir más allá. Vivir es soñar. Ese sueño enriquece y amplía nuestra vida.


Imagen de una de las salas de la exposición del área temática 3.- La conversación infinita. El sueño es la superación de Babel: todas las lenguas hablan entre sí, todos los lenguajes son el mismo.

La articulación temática de la exposición comienza con los que abrieron las vías (de los sueños), los antecedentes fundamentales; continúa con yo es otro, las variaciones y metamorfosis de la identidad; la conversación infinita; más allá del bien  del mal (un mundo donde no rigen ni la moral ni la razón); donde todo es posible; el agudo brillo del deseo; paisajes de una tierra distinta; turbaciones irresistibles (la pesadilla, la zozobra).

Paul Delvaux, Mujer ante el espejo, 1936, Museo Thyssen-Bornesmiza.


Salvador Dalí, Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes del despertar, 1944, Museo Thyssen-Bornesmiza.

El espíritu de esta tematización es más lógico que presentar obras de manera cronológica o agrupada por artistas. Surge de asimilar las pulsiones de estos creadores que subvierten las normas clásicas del arte. Tal es el caso de los títulos desconcertantes, como el que Dalí otorgó a la imagen superior. Se trata de una manera de rebelarse ante la creencia academicista de que los artistas debían limitarse a pintar lo que veían, de ahí nombres imposibles para imágenes inexplicables que hunden sus raíces en las profundidades de la psique humana. Son sueños incoherentes pintados con una exactitud obsesiva. De esta manera, el visitante puede hacerse una idea de qué es lo que se quiere expresar con estas obras.

Paul Delvaux, La Venus dormida, 1944, Tate, Londres.

Al finalizar la visita la sensación es que se comprenden los temas, las ideas, las pulsiones que dieron lugar a estas producciones. He de reconocer que antes de asistir a la exposición me esperaba una concepción mucho más densa e intensa, pues el tema no es para menos, pero la sorpresa fue que se trata de un agradable paseo por la mente no sólo de los surrealistas, sino de todos nosotros. Es curioso como puedes empatizar con asuntos que podríamos considerar lejanos y únicamente accesibles para el psicoanalista de turno. En definitiva, una exposición muy cuidada, como suele ser habitual en el Thyssen, a la que seguramente volveré para paladear un poquito más.




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