domingo, 15 de diciembre de 2013

Japonismo. La fascinación por el arte japonés. Caixaforum Madrid. Del 17 de octubre de 2013 al 16 de febrero de 2014.



Katsushika Hokusai, Bajo la ola de Kanagawa, de la serie de treinta y seis vistas del monte Fuji, 1832, xilografía en color sobre papel, Museo Nacional de Arte de Cataluña.

El Caixaforum Madrid organiza para despedir el año una muestra que narra la seducción que produjo el arte japonés en la sociedad española de finales del XIX. En colaboración con el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), y dentro del programa de actividades del año de España Japón 2013-2014 que celebra los 400 años de relaciones entre ambos países, se reunen 200 obras para mostrar al visitante la impronta del mítico país del sol naciente en el arte y la cultura española.

 
Históricamente, las relaciones entre España y Japón se remontan a 1549, fecha de la llegada del jesuita Francisco Javier y su misión evangelizadora. Era la época del llamado período namban (1543-1639), de intenso contacto religioso, diplomático y comercial que tuvo su reflejo en el arte y la cultura. Apenas un altar portátil y una arqueta es lo que utilizan para ilustrar el surgimiento de un arte híbrido fruto de la fascinación por el  mítico país oriental de "los bárbaros del sur" (traducción literal de la palabra namban). A mi parecer reducir 96 años de arte a un par de piezas es un ejercicio de simplificación extrema que, por muy pedagógico que se pretenda ser, denigra el concepto de arte namban a la mera anécdota.

El siguiente área se dedica al período Meiji (1868-1912), que marca el auge del japonismo en Europa. Era  una moda que denotaba buen gusto en la sociedad burguesa y los círculos intelectuales y artísticos de  la capital francesa. Desde París se extiende al resto de Europa el estilo de los grabados japoneses de colores planos, contornos marcados y nuevos encuadres y perspectivas.



James Tissot, Retrato del príncipe Tokugawa Akitake, 1868, Acuarela sobre papel, Colección del Tokugawa Museum, Mito, Japón.

Toulousse-Lautrec, Alfred Stevens o Édouard Manet son algunos de los artistas presentes en la muestra seducidos por esta ola orientalista. En España, Mariano Fortuny fue uno de los primeros difusores de escenas a la moda japonesa. En obras de un gusto exquisito como el óleo "los hijos del pintor en el jardín japonés", de 1874, Fortuny nos habla de cómo esta tendencia es asimilada con naturalidad en la vida cotidiana de las élites españolas. José Villegas, Martín Rico o el escultor Justo de Gandarias Planzón, seguiran esta vía de influencia oriental, algunos intentando imitar el arte japonés, mientras que otros lo hacían de manera más sutil a través de las innovaciones artísticas.


Mariano Fortuny, Los hijos del pintor en el jardín japonés, 1874, óleo sobre lienzo, Museo Nacional del Prado, Madrid.

El contacto con el arte japonés se producía a través de las estampas en manos de artistas como Santiago Rusiñol o Anglada Camarasa, que servían como un catálogo de formas y recursos estilísticos para los artistas. Además, la burguesía industrial que compraba sus obras, también participaba de esa fascinación por Oriente como muestra su afán coleccionista.  Sin duda todo el área dedicado a las últimas décadas del XIX es el más logrado de la exhibición, casi parece que el resto sobra o  es meramente accesorio.

La muestra continúa con el mobiliario y los objetos  de uso cotidiano surgidos al abrigo de esta nueva moda. En ello tuvieron mucho que ver los avances conseguidos en los procesos fabriles de finales del XIX que permitieron extender a amplias capas de la sociedad otro tipo de productos. A mi modo de ver, y junto con el inicio de la exposición, es de las áreas más flojas y aburridas. Aún así, en las decoraciones se aprecian nuevas vías de interpretación de las formas naturales desde un sentido poético, una camino que exploraría hasta sus últimas consecuencias el movimiento modernista en su vertiente más organicista, de pureza estructural y esencial. En este sentido, La Exposición Universal de Barcelona de 1888 marcó el punto de inflexión.

En general podría decirse que esta exposición es una excusa perfecta para acercarse al arte nipón estas navidades. Realmente no descubre nada que ya no sepamos sobre este tema. Es más, hace relativamente poco hemos podido disfrutar de dos exposiciones de temática similar en Madrid: una dedicada al arte namban y otra que exploraba la fascinación por Oriente a través de los productos procedentes del Galeón de Manila (ambas organizadas por el Museo Nacional de Artes Decorativas).

Es probable que lo más interesante sea la propuesta expositiva del comisario, Ricard Bru i Turull y el diseñador Albert Vallverdú, Whads-Accent. Conciben un interiorismo dominado por la gama de grises, ocres y blancos en homenaje a la simplicidad de las pinturas sobre seda de artistas como Ôsawa Nankoku. Mientras que los espacios arquitectónicos son un homenaje a la intemporal arquitectura tradicional japonesa de geometrías limpias y rotundas. Por lo demás, y exceptuando algunas piezas, es una exposición efectista y agradable pero que no pasará a la historia. Es una pena que no hayan mostrado el mismo interés en esta exhibición que en la misma realizada en el Caixaforum Barcelona.



Luis Masriera, Sombras reflejadas, 1920, óleo sobre lienzo, Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona.

Para todos aquellos que se queden con ganas de más, o deseen organizar planes con la familia, el Caixaforum ha programado un ciclo de cine con obras de autores como el recientemente retirado Hayao Miyazaki y su magnífica película infantil Totoro.

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