miércoles, 21 de mayo de 2014

Hieronymus van Aeken Bosch. EL BOSCO


Hieronymus "El Bosco", El jardín de las delicias, hacia 1500, óleo sobre tabla, Museo Nacional del Prado.

Hieronymus van Aeken Bosch "El Bosco" (Hertogenbosch o Bois-le-Duc, aprox. 1450 - 1516) es uno de los pintores flamencos más fascinantes de la historia. El extraño mundo que configura su arte sigue siendo un misterio y fuente de inspiración para artistas y académicos de todo el mundo.


Hijo, nieto y hermano de pintores, es muy probable que se formará en el la pintura en el taller de su padre, un pintor que disfrutaba de importantes encargos públicos en los que sus hijos colaboraban.  De tal modo participa en la realización de un retablo para la prestigiosa y elitista cofradía de Nuestra Señora (1475-1476), siendo admitido en la misma diez años después. Pocos documentos hacen referencia a estos años, sabemos que de esta época son obras suyas como La extracción de la piedra de la locura y Prestidigitador, en las que ya manifiesta su singular estilo.



Hieronymus "El Bosco", Los Pecados Capitales, finales del siglo XV, óleo sobre tabla, Museo Nacional del Prado.

A principios del siglo XVI gozaba de un notable prestigio dentro del gremio de pintores y comienza a firmar sus obras. De estos años data un Juicio Final, hoy día perdido, encargo de Felipe el Hermoso y   de fecha anterior los Pecados Capitales, Las bodas de Cana o la Nave de los locos. En su época de madurez realiza dos de sus obras más conocidas: El carro del heno y El jardín de las delicias, ambas conservadas en el madrileño museo Nacional del Prado. Dos obras maestras en las que demuestra como domina el arte de la pintura y lo transforma profundamente obteniendo unos resultados sorprendentes.



Hieronymus "El Bosco", El carro del heno, hacia 1516, óleo sobre tabla, Museo Nacional del Prado.

El carro del heno (hacia 1516) es un tríptico dedicado en su parte interior al pecado. Su lectura comienza por el panel izquierdo, donde se narra el origen del mundo, tomando como partida los ángeles caídos y termminando con la expulsión del Edén. El panel central muestra a la humanidad arrastrada por el pecado, asunto que encuentra su fuente literaria en el versículo de Isaías: “Toda carne es como el heno y todo esplendor como la flor de los campos. El heno se seca, la flor se cae” y en un proverbio flamenco que afirma lo siguiente: “El mundo es como un carro de heno y cada uno coge lo que puede”. Todos los estamentos, incluido el clero -censurado por vicios como la avaricia y la lujuria-, quieren coger ese heno y subirse al carro. Para lograr su objetivo no dudan en cometer todo tipo de atropellos y pecados, incluso el asesinato". El historiador Gauffreteau-Sévy ilustró magníficamente en 1966 lo que ocurría ante nuestros ojos con estas palabras:

Símbolo de las riquezas temporales, y objeto de la codicia de la multitud. Todos se aprietan en torno al carro para apoderarse del heno, precioso e irrisorio. Unos hombres trepan por el flanco del montículo provistos de escaleras o de ganchos. Un hombre, medio aplastado por una rueda del carro, no por eso abandona su botín: algunas briznas de hierba seca. Se pegan, se roban, se degüellan por la posesión de ese bien absurdo, mientras una tropa de monstruos arrastra a toda la multitud hacia el infierno. (M. Gauffreteau-Sévy, Les Éditions du Temps, París, 1966)

El último panel, como no podía ser de otra forma, advierte del destino de los pecadores: el Infierno. Cuando el tríptico se cierra el anciano personaje representado es un peregrino que recorre el camino de la vida, plagado de peligros y tentaciones.

Hieronymus "El Bosco", El camino de la vida, puertas exteriores de El carro del heno, imagen de los paneles exteriores, hacia 1516, óleo sobre tabla, Museo Nacional del Prado.

El jardín de las delicias (1500-1505), también un tríptico, es sin duda una de las obras más fascinantes de su carrera. Comenzando por el panel izquierdo nos presenta el Paraíso con la presencia de Adan y Eva y la Fuente de la Vida; saltando al panel derecho, asistimos a un conjunto de torturas de lo más variado a la que son sometidos los condenados en el infierno; la tabla central, como el interior de la obra anterior, se dedica al pecado. Representado en este caso por un jardín repleto de delicias y tentaciones a las que la humanidad se entrega por completo, destacando unas estructuras cristalinas en probable alusión al refrán flamenco: “La felicidad es como el vidrio, se rompe pronto”. 

El tríptico cerrado representa en grisalla el tercer día de la creación del Mundo, con Dios Padre como Creador, tal y como se menciona en las inscripciones presentes en la tabla: “Él mismo lo dijo y todo fue hecho” y “Él mismo lo ordenó y todo fue creado” Génesis (1:9-13). 



Hieronymus "El Bosco", La creación del mundo, puertas exteriores de El jardín de las delicias, hacia 1500, óleo sobre tabla, Museo Nacional del Prado.

La interpretación tradicional de las obras del enigmático artista son los fines religiosos ortodoxos. En 1951 el inglés Wilhelm Franger público El reino milenario de Hyeronimus Bosch: fundamentos de una nueva interpretación, donde hace referencia a los cultos pararreligiosos como punto de inflexión en la interpretación del artista. Aunque su teoría fue rechazada, con posterioridad a su muerte en 1964, sin duda es fascinante la idea de que un gran maestro de un culto de adamitas dicto su imaginario secreto a El Bosco, que lo expuso en El jardín de las delicias y otras obras.

Las ideas medievalistas concebían su pintura como fruto de la hechicería o la locura, pues no había otra explicación a obras que reflejaban con tanta claridad la naturaleza del ser humano y sus miedos. Tratadistas del renacimiento como el omnipresente Vasari, describía sus obras como fantásticas y caprichosas; Lomazzo hablaba en 1584 del "flamenco Girolamo Bosch, que representando extrañas apariciones y aterradores y horribles sueños, fue único y realmente divino"; en el norte de Europa las opiniones eran similares, como el holandés Marc van Vaernewicj (1567) que denominaba al artista "el creador de diablos", en la misma línea que Carel van Mander (considerado el Vasari del norte) que se refería a su producción como "truculentas pinturas de espeluznantes y horribles fantasmas del infierno"; en España, la obsesión del rey Felipe II con la obra de "El Bosco" dio lugar a  una casi obligada disculpa del fraile José de Siguenza ante los ojos de la inquisición que acusaban al pintor de hereje; más tarde, el suegro de Velázquez, Francisco Pacheco, trató a "El Bosco" como artista excéntrico, reputación que mantuvo hasta el siglo XIX.

El interés tan tardío que la historiografía moderna prestó a la obra de "El Bosco", ensombrecido en gran medida por otros holandeses ilustres como van Eyck o Brueghel, se topó con la escasa documentación sobre su vida. Tras una intensa labor de documentación en los archivos históricos holandeses, se fue completando su biografía, aunque aún hoy hay muchas obras colgadas en los grandes museos del mundo cuya autoría es cuestionada. Lo que es incuestionable es que nos encontramos ante un adelantado a su tiempo, un precursor de las imágenes oníricas que el Surrealismo recrearía más de cuatro siglos después.

1 comentario:

  1. El busco para la época tenia que ser como una ps4 en la actualidad

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