Neer, Aert van der. Claro de luna con un camino bordeando un canal. 1647-1650. Óleo sobre tabla. Museo Thyssen-Bornemisza.
En la octava edición de miradas cruzadas, las micro exposiciones del Thyssen que pueden verse en el balcón de la primera planta que se asoma al lobby de entrada, se han seleccionado 10 obras del museo Thyssen y de la colección Carmen Thyssen para plantear un desafío al visitante: ¿se puede hacer de la oscuridad un tema visual convincente?
La noche siempre ha planteado problemas a la hora de su representación pictórica. En la Antigüedad clásica consideraban a la Noche como madre de los dioses y de los hombres, o como el principio de todos los seres.
Vernet, Claude Joseph. Noche: escena de la costa mediterránea con pescadores y barcas. 1753. Óleo sobre lienzo. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
El terror que ha provocado la visión nocturna, asociada a ladrones, brujas o a la mismísima muerte desde tiempo inmemorial, es fruto de esa idea de la Verklärte Nacht (Arnold Schönberg) , traducido como la noche transfigurada, donde la escasez de luz nos hace creer ver seres fantásticos, oníricos, producto al fin y al cabo de nuestro intelecto y nuestros miedos más profundos.
La noche como asunto artístico ha supuesto un reto para poetas y creadores en general en su afán por dominar esos miedos. El recurso del claro de luna se utiliza para captar la mágica modificación del paisaje que producen sus rayos como antítesis de la metafísica de la luz, creando una atmósfera única para el desarrollo de la vida humana.
En la pintura holandesa del siglo XVII destaca la figura del pintor Aert van der Neer como el gran especialista en esta temática nocturna. El artista descubre las tonalidades propias de la noche, tan distintos de los que pueden verse por el día y, en ocasiones, mucho más intensos. En su escena de los pescadores napolitanos, que podemos ver en esta muestra, combina la luz fría de la luna con el calor procedente del fuego que representa la presencia de vida humana. La luz nocturna no resulta perturbadora sino todo lo contrarios, casi parece acogedora y protectora.
Friedrich, Caspar David. Mañana de Pascua. Óleo sobre lienzo. 1833. Óleo sobre lienzo. Museo Thyssen Bornemisza.
Con la llegada de Friedrich aparece el romanticismo y lo sublime. La luna reina en lo alto del cielo y domina el paisaje, que augura la inminente llegada de la primavera. la escena de las tres figuras femeninas camino al cementerio es una evocación de la resurrección. Muchos años después, el artista inglés Grimshaw explotará el efecto de los árboles esqueléticos como Friedrich en claro contraste con la luz de luna.
En el Romanticismo la noche se convierte en momento de reconciliación de sus distintos "yoes", el eterno conflicto entre el deseo y la realidad que queda expresado en las palabras de Marcel Brion: "Si en la noche misma se elevara una luz, si un día nocturno y una noche diurna pudieran abrazarnos a todos, sería por fin la meta suprema de todos los deseos". La noche como vehículo del entendimiento, y no sólo como escenario, transforma el tema en un constructo mental para románticos como Novalis; es entonces cuando la pintura, como la poesía, ayuda a explicar todo aquello que el lenguaje no alcanza a aprehender.
Bierstadt, Albert. Atardecer en la pradera. 1870. Óleo sobre lienzo. Museo Thyssen Bornemisza.
El crepúsculo y la aurora son las horas favoritas de muchos románticos. El atardecer para Bierstadt es ese momento en el que muere el día, las formas comienzan a difuminarse con las sombras y el color prima sobre el tema. La luz del sol ocultándose por el horizonte magnifica el paisaje, que se vuelve más dramático.
Cole, Thomas. Expulsión. Luna y luz de fuego. 1828. Óleo sobre lienzo. Museo Thyssen Bornemisza.
Thomas Cole, otro de los maestros del paisaje simbólico, alude en su obra a las figuras de Adán y Eva y el episodio de la expulsión del Edén. Aunque las figuras no están presentes, aparecen simbolizadas en el puente y la cascada, formando una cruz, y el volcán y la luna (nuevamente permitiendo el contraste entre la calidez y el frío), la dicotomía dia noche se presenta en este caso como extremos del destino de la humanidad.
Nolde, Emil. Atardecer de otoño. 1924. Óleo sobre lienzo. Museo Thyssen Bornemisza.
Desde finales del XIX las escenas nocturnas se convierten en el campo de experimentación de modernas formas de iluminación: la luz eléctrica y de gas. De tal modo el viaje continúa a través de las luces de feria y los fuegos artificiales de la obra de Puigaudeau, las inusuales facetas de un Nueva York llevado a la abstracción de la mano de Georgia O`Keeffe, hasta llegar a la absurda yuxtaposición de luces de interior y de exterior, en un sentido onírico, del surrealista Paul Delvaux. Estamos en el ámbito de la noche y, por ende, en el mundo de los sueños, la noche imaginaria, la noche oscura del caos moderno.
Puigaudeau, Ferdinand du. Fiesta nocturna en Saint-Pol-de-León. Óleo sobre lienzo. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
(Izq.) O'keefe, Georgia. Nueva York con luna. 1925. Óleo sobre lienzo. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. (Der.) Delvaux, Paul. El viaducto. 1963. Óleo sobre lienzo. Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
Obras de arte que lográn vencer el atávico temor del hombre, muy unido al temor a la muerte, la soledad y el desamparo.
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