“Pintemos aquello que tenemos cerca, ¡el mundo de las ciudades!” Ludwig
Meidner, Instrucciones para pintar la
gran ciudad.
GROSZ, George. Escena callejera
(Kurfürstendamm), 1925. Óleo sobre
lienzo. 81,3 x 61,3 cm. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.
El madrileño Museo Thyssen, en
colaboración con la Embajada de la República Federal de Alemania, y con motivo
de los fastos que se organizan en toda Europa en el 25 aniversario de la caída
del muro de Berlín, realiza una reordenación de parte de su colección para
indagar en la imagen de la capital germana.
Ésta micro exposición, que
podremos disfrutar hasta el 25 de enero del 2015, pretende ser un recorrido por
el Berlín de principios del siglo XX, en concreto por algunas de las obras más
representativas del arte alemán de
vanguardia del periodo de entreguerras (1918-1933).
La ciudad sufrió una
industrialización acelerada que actuó como foco de atracción para artistas e
intelectuales procedentes de todos los rincones de Europa seducidos por las
oportunidades que ofrecía esta vibrante metrópoli. Seguramente no hará falta
recordar la importancia que la obra de arte total tiene en la cultura alemana
desde el Romanticismo y que alcanza su cumbre en las óperas de Wagner y tiene
su cabida en el mundo del cine y, cómo no, en el expresionismo en particular.
BECKMANN, Max. Quappi con suéter rosa, 1932-1934. Óleo
sobre lienzo. 105 x 73 cm. Museo
Thyssen-Bornemisza, Madrid.
La subjetividad violenta y
radical que pusieron en marcha los artistas del expresionismo alemán se plantea
como otra vía de hacer arte. Distorsión de la imagen del mundo alejándose de todo
aquello que signifique una imagen aséptica y objetiva de la realidad. En ocasiones,
se acentúa el proceso de degradación de la sociedad, una potente carga de crítica
social subyacente que convierte algunas obras casi en visiones apocalípticas
del Berlín del primer tercio del siglo XX. Pasado el tiempo, muchas veces vemos
estas obras como premonitorias del terrible destino de Alemania en la Historia del
siglo XX.
En definitiva, un mundo
desquiciado al que la llamada nueva objetividad intentó poner orden. Es posible
que tanta distorsión de la imagen que se tenía de la realidad les llevara a un
callejón sin salida; de ese modo, la crítica social de la que hacían gala Dix y
Grosz parece pasar a un segundo plano en pos de retratar la vida cotidiana de
los berlineses acomodados y bohemios de la República de Weimar. La técnica
empleada se vuelve más minuciosa, un realismo que mira al pasado, a los
maestros renacentistas y sus exquisitos retratos.
SCHAD, Christian. Retrato del Dr. Haustein, 1928. Óleo
sobre lienzo. 80,5 x 55 cm. Museo
Thyssen-Bornemisza, Madrid.
Pero, no nos equivoquemos, los
años de la bohemia de la República de Weimar comenzaban a desdibujarse con el imparable
ascenso del nacionalsocialismo, encarnado en la inquietante figura de Adolf Hitler.
Sin embargo, quiero quedarme con el mensaje que transmite el último párrafo del
panfleto que acompaña la muestra:
“La Segunda Guerra Mundial, desencadenada por la invasión alemana de
Polonia hace 75 años, dejó un rastro de muerte y destrucción que pareció
eliminar los ideales artísticos de preguerra. Sin embargo, la caída del Muro ha
devuelto a la ciudad su título de capital de vanguardia y renovación artística.”
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