miércoles, 17 de diciembre de 2014

LA PASIÓN DE JUANA DE ARCO de Carl Theodor Dreyer, 1928.



Cartel estadounidense de La Pasión de Juana de Arco, 1929.

Dreyer filmó esta gran obra cinematográfica en 1927, estrenándose un año después, siendo contemporánea a la filmación y estreno de la primera película de cine sonoro: El cantante de Jazz. La obra de Dreyer manifiesta, de manera clarísima, el poder de los elementos estrictamente cinematográficos para desarrollar un relato fílmico.


 La pasión de Juana de Arco no recurre a elementos extradiegéticos, sino que su potencia narrativa, estrictamente ablando, se fundamente en los aspectos del lenguaje cinematográfico. Hay que recordar que se descubre en 1981 una copa completa sin los cortes a los que había sido sometida por la censura, por lo que desconocemos esos elementos extradiegéticos. 

La intensa iluminación de la película ayuda a construir el argumento de la misma pero ¿En qué sentido? La luz que afecta a Juana de Arco no es igual que la del resto como la de los verdugos, los miembros el tribunal o la que afecta al público que presencia su martirio; la luz que incide sobre el rostro de Renée Falconetti (protagonista del filme) incide de manera frontal, contribuyendo a difuminar y suavizar los rasgos del rostro, y a que el espectador tenga la sensación de que se enfrenta con un personaje dotado de unas características peculiares, cercano a la santidad que le convierte en una mártir, una santa en la lucha del pueblo francés contra los ingleses; la luz que incide sobre verdugos, tribunal, o pueblo es una mucho más dramática, subrayando algunos elementos que podríamos considerar caricaturescos en muchos personajes.

La iluminación subraya asuntos que obsesionaron a Dreyer de principio a fin como la culpa, el arrepentimiento, la redención, la muerte o la fe. En Juana de Arco muchos de ellos afloran por doquier incluso, en algunos momentos, el argumento de la película se distancia de las preocupaciones actuales, y aún así mantiene una gran fuerza y valor estético y visual, de nuevo la importancia de los elementos puramente cinematográficos.


El decorado es prácticamente ausente. Cuando no está predominan los primeros o primerísimos planos continuamente, anteponiendo los rostros del tribunal con los de Falconetti, desarrollando así la causa del juicio que desemboca en el final de la película. Cuando aparece tiene una austeridad luterana y, en general, subraya la preocupación de la sociedad por asuntos trascendentes casi metafísicos, así como su carácter metafórico. Los espacios naturales en el proceso de martirio, y las escasas escenas en las que aparecen las celdas del monasterio, contribuyen a crear esta sensación de abstracción que tiene mucho de estética luterana. Tengamos en cuenta las obsesiones de Dreyer, el contexto danés.

En cuanto al maquillaje, se ha llegado a destacar la ausencia del mismo. En realidad da la sensación que hay un proceso de desarrollo del maquillaje en Juana de Arco, pues parece que al desarrollarse la película se incentivan las ojeras y la demacración, muy en la línea del argumento. En todo caso, esa “casi ausencia” del maquillaje incide en el desarrollo argumental de la película.




La austeridad de la que hablaba en el párrafo anterior se traslada también al vestuario. Su uso ayuda a incidir en el mensaje argumental de la película y revela una de las cuestiones fundamentales: está siendo juzgada porque ha ejercido su libre albedrío; aparece vestida con ropas de hombre, algo que obsesiona al tribunal, su comportamiento es como si de un hombre se tratara y es esa ropa la que cualifica a su personaje y al ejercicio de ese libre albedrío. Además, las vestimentas de los miembros del tribunal nos sitúan a finales del siglo XV, cuando acaecieron los hechos históricos. 



La interpretación de Renée Falconetti se convierte en una de las cimas de la actuación cinematográfica: a medio camino entre la interpretación estilizada del cine mudo, y la progresiva conquista de la naturalidad interpretativa. Por supuesto, sustentada también por la proliferación abusiva de los primeros y primerísimos planos que apoyan toda la línea argumental de la película. Lo que convierte a esta película en algo extraordinario es cómo sustenta el relato cinematográfico a través del uso -y del abuso- del primer plano y del primerísimo plano.

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