domingo, 23 de noviembre de 2014

Impresionistas americanos en el Thyssen.




MANET, Édouard. Amazona de frente. 1882, Óleo sobre lienzo. 73 x 52 cm. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.

El Museo Thyssen-Bornemisza, en colaboración con el Museé des impressionnismes Giverny, la Terra Foundation for American Art y las National Galleries of Scotland, organiza una exposición que pretende profundizar en la impacto artístico del movimiento impresionista francés al otro lado del Atlántico; para ello se explora la obra de aquellos artistas americanos expatriados, que tuvieron la oportunidad de empaparse del movimiento en Francia, y en el propio devenir creativo de los pintores americanos de finales del XIX que se hicieron eco de las novedades europeas.



SINGER SARGENT, John. Dos mujeres dormidas en una barca bajo los sauces. 1887. Óleo sobre lienzo. 56 x 68,6 cm. Calouste Gulbenkian Museum, Lisboa

Nombres más conocidos por el público habitual del Thyssen como John Singer Sargent o James Mcnill Whistler se unen a otros pintores que adaptaron el estilo impresionista francés al gusto americano. De tal modo, a lo largo de las diferentes salas se establece un diálogo entre dos formas de entender un mismo movimiento, con una gran selección de obras de Degas, Monet y Manet.

Sargent y Cassatt fueron los pintores más implicados con los impresionistas franceses. De hecho, Sargent se inició en la pintura al aire libre en Giverny, tras una visita a Monet en dicha localidad, hecho del que dejó constancia en una obra en la que plasmó al maestro en el bosque.

A su regreso a Estados Unidos, estos pintores mantuvieron la técnica y los temas adaptándolos a los nuevos paisajes. Sin duda la maestría en el uso de la luz y del color, características tan definitorias del impresionismo, fueron una constante en el arte americano de las siguientes décadas.   
 

HASSAM, Childe. Día del Grand Prix, 1887. Óleo sobre lienzo. 91,4 x 121,9 cm. New Britain Museum of American Art, New Britain, Connecticut, Grace Judd Landers Fund.

En este punto, me gustaría detenerme un rato, hacer un pequeño “break” para abordar una de las figuras que más me han impactado de esta muestra: Mary Cassatt, la única mujer que expuso junto con los impresionistas en Francia.


CASSATT, Mary. Otoño.1880. Óleo sobre lienzo. 92,5 x 65,5 cm. Musée des Beaux Arts de la Ville de Paris, Petit-Palais, París.

Mary Cassatt (1844-1926), oriunda de Pennsylvania, nació en el seno de una familia acomodada; hija de un financiero y empresario de éxito, y de la rica heredera de una familia de banqueros, sin duda sus primeros años fueron los propios de una niña “bien” de familia burguesa americana: viajes alrededor del mundo, una exquisita educación y formación humanística, etc.

Lo fascinante de su biografía es cómo consiguió superar las barreras de un sector tan sumamente dominado por el patriarcado, revelarse contra las enseñanzas de la Academy of Fine Arts of Philadelphia y recorrer medio mundo para aprender de los grandes maestros franceses en París con el convencimiento de que llegaría a ser una artista profesional.


CASSATT, Mary. Verano, 1884. Óleo sobre lienzo. 100,6 x 81,3 cm. Terra Foundation for American Art, Chicago, Daniel J. Terra Collection

Para situar al lector, decir que a finales del XIX la Ecole de Beaux-Arts no admitía mujeres, ni siquiera estaba permitida su entrada en los cafés parisinos donde socializaban los artistas, por lo que Cassatt canalizó sus frustraciones para crear su propio ambiente artístico en las salas del Louvre, donde se relacionaba con otros artistas que acudían cada día a aprender de los grandes maestros.

Pronto sintió la llamada del “caos”, de las nuevas vías de pinceladas sueltas, matéricas y de colores vivos abiertas por los impresionistas: bebía intensamente de las formas de sus colegas Degas, Manet, Pissarro, etc., influencias que rastreamos en sus obras, marcadas por su incesante interés por captar la vida íntima y social de las mujeres de su época.

Fueron años de viajes a uno y otro lado del Atlántico, recorrió Europa en busca de inspiración (incluso estuvo en Madrid y Sevilla), participó en innumerables exposiciones y sobrevivió a otras tantas crisis artísticas y personales. Al final de sus días, casi ciega, disfrutaba del reconocimiento internacional y sus obras formaban parte de algunas de las mejores colecciones del mundo. Había conseguido su sueño a base de esfuerzo, constancia, trabajo y un innegable talento.

En definitiva, una exposición muy recomendable (como lo son todas las del Thyssen), que nace con la vocación de ser un Blockbuster (los impresionistas siempre lo son); a destacar la inclusión de los artistas estadounidenses, probablemente un pequeño guiño hacia el gran número de artistas americanos, sobretodo paisajistas, que forman parte de su colección permanente.

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