BERNINI,
Gian Lorenzo. Anima dannata. Mármol, 54 x 25 x 31 cm, 1619. Roma,
Embajada de España ante la Santa Sede. Depósito de la Obra Pía
El Museo Nacional del Prado nos tiene últimamente
acostumbrados a exposiciones fascinantes pero, en esta ocasión, se han superado
con una selecta y exquisita muestra sobre el gran genio de la escultura barroca
Gian Lorenzo Bernini (Nápoles, 1598 –
Roma, 1680). Se trata, ni más ni menos, que la primera monográfica que se
dedica en nuestro país a un escultor, arquitecto, pintor y dibujante que es
referente de la Historia del Arte de todos los tiempos; un talento de
dimensiones épicas que fue el auténtico dictador del gusto de la Roma del
Barroco.
BERNINI,
Gian Lorenzo. Anima Beata,
1619. Mármol blanco, 57 x 30 x 30 cm. Roma, Embajada de España ante la Santa
Sede. Fotografía: Carolina Marconi
La muestra no intenta ser una representación de la
vida y obra de Bernini, sino que indaga en su relación con la corte de Felipe
IV. Con apenas 40 piezas, el recorrido nos invita a ser testigos de su labor en
la configuración de la imagen de la corona española en la Roma del XVII; alguna
es vieja conocida del museo, pues han pasado hace no mucho por sus salas, hablo
de la terracota de El éxtasis de Santa Teresa, (obra a la que dediqué
un post en este blog), que invita al visitante a descubrir la Capilla Cornaro (en
la Iglesia de Santa Maria Della Vittoria), obra cumbre de la teatralidad
barroca romana. De igual modo, vamos descubriendo bocetos para el ornato del
Vaticano para la canonización de Tomás de Villanueva, los fastos en honor de la
hija de Felipe IV la infanta Margarita (muchos la recordareis por ser la
protagonista de Las Meninas), la escultura del propio monarca (muy interesante
el video dedicado a esta pieza) o los retratos a caballo, exploran esa relación
de Bernini con nuestro país.
BERNINI, Gian Lorenzo. Scipione Borghese, 1632. Mármol blanco, Gallerís
Borghese, Roma.
Pero, sin lugar a dudas, hay tres obras que reinan
sobre el resto: Anima dannata., Anima Beata, y el retrato de Scipione
Borghese. Las dos primeras, realizadas para el
prelado español en Roma Pedro Foix de Montoya, las realizó cuando contaba con
apenas 21 años (impresionante), demostrando un dominio absoluto de la técnica
escultórica y su sorprendente capacidad para mostrar los afetti (afectos humanos) en los
rostros: el alma condenada al infierno, desgarrada y absolutamente arrebatada
(se dice que es un autorretrato), y la mirada devota del alma cuyo destino es
la Gloria, el Paraíso. Para Delfín Rodrigues, comisario de la muestra, estas
dos obras sintetizan la concepción global que Bernini tenía de las artes.
Como guinda del pastel, el busto de Scipione
Borghese,
uno de los cardenales más poderosos de roma y gran mecenas del napolitano (si
queréis saber más, podéis ver el post en este blog dedicado a los grupos escultóricos
que realizó Bernini para el cardenal Borghese); la leyenda cuenta que, cuando
se encontraba esculpiendo este retrato, el bloque de mármol con el que
trabajaba presentó una veta que tiró por tierra con todo el trabajo realizado hasta
el momento; Bernini, preso de la rabia, dedicó tres noches a realizar
nuevamente el busto para terminar el encargo de su gran protector tal y cómo el
quería, dando como resultado esta magnífica obra de gran naturalidad y de maestría
incuestionable.
BERNINI,
Gian Lorenzo. Escultura ecuestre de Carlos II, Bronce dorado, 41 x 49 x 19 cm, 1680.
Brentwood, Tennessee, Colección particular
A estas alturas de la historia, seguramente muchos
de vosotros habréis leído en prensa la polémica entre el Prado y Patrimonio Nacional.
Resumiendo, ambas instituciones mantienen una disputa por el lugar en el que
deben exhibirse determinadas piezas propiedad de Patrimonio (El Jardín
de las Delicia,
de El Bosco, o El Descendimiento de Roger van der Weyden, por citar dos de las más
conocidas) pero en depósito en el Prado desde hace décadas. Es por ello que Patrimonio
se negó a prestar un modelo de la fuente de los Cuatro Ríos que obra en su
poder. En mi humilde opinión, que dos instituciones públicas, financiadas con
fondos procedentes del bolsillo de todos los españoles, se vean inmersas en
este tipo de discusiones vergonzosas, sólo acaba afectado a los mismo de
siempre: el público (es decir, todos nosotros perjudicados por una rabieta). Simplemente
incomprensible.
VELÁZQUEZ,
Diego. Felipe IV, Óleo
sobre lienzo, 69 x 56 cm, h. 1654. Madrid, Museo Nacional del Prado
Terminaré hoy esta entrada
recomendando, una vez más (y no me cansaré de hacerlo), la visita al Museo Nacional
del Prado. Siempre es agradable acercarse al edificio de Villanueva para reencontrarse
con los grandes del arte, pero una oportunidad como esta, poder ver a escasos
centímetro la majestuosidad de Bernini, es una ocasión única, un privilegio que
no debemos desaprovechar.
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