Salamanca, ciudad castellana de
belleza incuestionable, es sede de una de las universidades más antiguas del
mundo, de una plaza mayor de excepcional belleza y de numerosos y hermosos
palacios renacentistas; además, puede presumir de poseer dos catedrales, la
denominada Catedral Vieja y, como no, la Nueva; caso éste en el que la nueva
construcción respeta a la anterior, de extrema rareza y que sólo comparte con otra
ciudad castellana, Palencia.
El director de la fábrica de la
Catedral Vieja es desconocido. Se cree que fue el obispo don Jerónimo el
responsable de su fundación, y se nombran a Florín de Poitiers, Casandro Romano
o a Juan el Pedrero como algunos de sus constructores. En su origen, como no
podría ser de otra manera, se mezclan la historia y la leyenda, pues el
mencionado obispo es uno de los personajes del “Poema del Mío Cid”.
Su tipología arquitectónica es la
típica de iglesia de tres naves con tres ábsides en su cabecera. Construida a
comienzos del siglo XII, se trata de una obra Románica que encuentra sus
referentes en otra catedral castellana, la de Zamora, especialmente apreciable
en su famosa Torre del Gallo (cimborrio) y en su notable influencia bizantina.
La idea de construir una nueva catedral que respondiera mejor a las necesidades
funcionales de una ciudad que experimentaba un crecimiento económico, cultural
y social enorme, tiene su origen en 1491. En este caso sí que sabemos el nombre
de su constructor, Rodrigo Gil de Hontañón, hijo y aprendiz de Juan Gil. Las
obras comenzaron en el siglo XVI y se alargarían hasta el XVIII, partiendo del
Gótico tardío hasta abrazar el esplendor Barroco.
En el interior dominan los
espacios diáfanos, y un estilo netamente monumental propio de la moda gótica;
la planta, de cruz latina, sigue el modelo de tres naves con capillas
encastradas entre los contrafuertes; se remata con una magnífica torre de
campanas de 92 metros de altura que, desde el año 2002 (año de la capitalidad
cultural de Salamanca) se puede visitar ofreciendo una deliciosa visión de las
numerosas torres que coronan la ciudad castellana. Como dato curioso, señalar
que el terrible terremoto de Lisboa del siglo XVIII afectó al cimborrio y al
campanario, el cual se inclinó amenazando su estabilidad; la solución fue
reforzar el exterior con piedra.
Ambas catedrales comparten
espacios; la construcción de la nueva afectó al brazo norte del crucero y a
parte de la nave septentrional de la antigua catedral. Por necesidades
litúrgicas y la magnitud de las obras, se hizo necesario conservar la vieja
estructura para poder continuar con las celebraciones durante el tiempo que
durase la construcción de la nueva catedral.
La fachada occidental, acceso habitual a la catedral en la actualidad,
es una de las más conocidas. Sus motivos decorativos, característicos del
Gótico flamígero de transición al Renacimiento, presenta hermosos elementos
vegetales y animales, dos escenas de la natividad, y una crucifixión flanqueada
por San Pablo y San Pedro; pero, lo que más buscan los visitantes, es la figura
del astronauta en la Puerta de Ramos (norte), un elemento claramente chocante
fruto del capricho de los restauradores que intervinieron sobre la fachada en
1992; aquellos que presten más atención, verán además un lince, un toro, un
dragón con un helado de tres bolas y tres figuras símbolo de la ciudad: un
cangrejo de río (agua), una cigüeña (cielo) y una liebre (tierra).
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